viernes, 17 de junio de 2016

CAPITULO 177




Un Pedro Henry con resaca todavía se despierta antes que yo. Increíble. No sé cómo lo hace.


Estoy acostada en mi estómago y la sábana es tirada hacia abajo. El aire fresco llega a mi piel y luego el leve roce del pescuezo facial de Pedro Henry se mueve a lo largo de mi espalda baja, seguido por un beso de su boca.


—Es por la mañana, dormilona.


Levanto mi almohada y entierro mi cabeza debajo de ella.


—Vete.


—No, mi amor. Pedí el desayuno y nos espera en la otra habitación. Las tortillas frías no son buenas, así que levántate.


Me quito la almohada y lo miro por encima de mi hombro.


—¿Cómo es que estás tan alegre esta mañana?


—No puedo mentir; me siento como una mierda, pero no me importa porque estoy emocionado acerca de ti haciendo pis en ese palo.


Oh, es cierto. Es la hora.


Fue difícil como el infierno, pero nos negamos a hacer una prueba de detección temprana de embarazo por temor a un resultado falso. Eso hubiera sido devastador, así que decidimos esperar hasta hoy para ver si vamos a ser padres.


—¿Quieres que haga la prueba ahora, o tengo que comer mi tortilla antes de que se enfríe?


Se arrastra por mi espalda y se encuentra encima de mí con su boca en mi oreja.


—Lleva tu dulce culo a ese cuarto de baño y haz esa prueba. —Me golpea con fuerza sobre mi culo mientras se está levantando.


Grito y me siento en un lado de la cama.


—Este es el plan. Haré la prueba, salgo y espero el tiempo que dice que se necesita, y luego entraremos y lo leeremos juntos.


—Me parece muy bien.


Me levanto para ir al baño y toma mi mano.


—Sabes que está bien si no es positivo, ¿no? Eso sólo significa que vamos a seguir intentándolo, lo que no es una mala alternativa en absoluto.


Asiento.


—Lo sé.


Entro en el baño y mi vejiga se siente como que va a explotar cuando abro la caja y me preparo para el acto. Una prueba de embarazo es bastante auto-explicativa, pero leo las instrucciones de todos modos porque nunca he tomado una y no quiero meter la pata. Sigo las instrucciones al pie de la letra y coloco la prueba sobre el mostrador. Me deslizo en la bata del hotel y abro la puerta del baño, pero me detengo en seco cuando escucho la conversación en la sala de estar entre una mujer y Pedro Henry.


—He estado tratando de encontrarte por un tiempo —dice ella.


—Hay una razón por la que no lo hiciste y es porque acordamos ningún contacto después.


—No sabía quién eras hasta que vi tu anuncio de la boda en el periódico. Entonces no podía creer mi suerte cuando te vi en el vestíbulo la noche anterior.


—¿No es contra algún tipo de política que mires a los huéspedes cuando se trabaja aquí? — Está enojado.


—Lo es, pero no me importa. Vale la pena el riesgo, porque tenía que verte —se defiende.


—Estoy casado ahora.


Es claro que esta es otro de las doce y estoy tan jodidamente cansada de esto. Es ridículo.


Esto está arruinando nuestro potencial momento del bebé, lo que podría ser uno de los momentos más épicos de nuestras vidas.


Entro en la sala de estar y Srta. Número X esta toda emperifollada para mi marido. Inmediatamente estoy cabreada. Es hermosa —voy a darle eso— pero no es joven. 


Encaja totalmente con su tipo antes de mí.


Podría jugar tímida. Podría jugar bonito. Pero lo que me apetece jugar no es ninguna de esas opciones.


—Me gustaría que te vayas ahora.


—No puedo hacer eso, pero hay una cosa en primer lugar. 
—Coloca una fotografía en la mesa al lado de nuestro desayuno—. Este es mi hijo de dos años de edad. Es tuyo y tú vas a empezar a apoyarlo. Puedes tomar voluntariamente una prueba de paternidad o puede ser ordenada. La elección es tuya.


Puedo decir que le gustó decir eso, y estoy enferma. Me trago el vómito que sube por mi garganta. No voy a hacerlo delante de ella.


Camina hacia la puerta y dice en voz alta sobre su hombro:


—Mi número está en el reverso de la fotografía. Espero con interés escuchar de ti, Pedro.


Paso a través de una serie de emociones a la vez, pero ninguna es más predominante que el dolor que siento en mi corazón.


Pedro Henry se sienta en la silla y pone su cabeza entre sus manos.


—Estoy asumiendo que hay una posibilidad de que este niño podría ser tuyo ya que no estás tratando de convencerme de lo contrario.


—Estuve con ella durante un par de semanas, pero no me acuerdo cuándo. Tendría que pensar un poco en esto.


—¿Tendrás que pensar un poco en esto? —Siento las lágrimas viniendo—. Bueno, yo no tengo que pensar en esta mierda. No puedo soportarlo más.


—No digas eso, P.


Camino hacia la cama donde está mi ropa y me quito la bata para que pueda vestirme y largarme de aquí.


—No entiendes cómo es esto, lo humillante que es para mí cada vez una nueva viene a nuestra vida. Se desmorona una parte de mí cada vez que me enfrento a otra. Pensé que era lo suficientemente fuerte como para manejar la situación, pero no lo soy.


Estoy vestida sobre la cama y poniéndome mis zapatos cuando Pedro Henry cae de rodillas frente a mí.


—No me dejes, P.


—No puedo quedarme.


—Tenemos que hablar de esto.


Las lágrimas caen por mi rostro.


—Otra mujer puede haber tenido a tu bebé. Yo no, tu esposa. —Pongo mi mano sobre mi pecho—. Y me rompe el corazón porque quería ser la única, solamente la única, que te diera los bebés. —Lo miro a los ojos—. Infinito.


Inmediatamente reconoce la palabra en clave. Da un paso fuera de mi camino porque sabe que lo mejor que puede hacer en este momento es dejarme ir.





No hay comentarios:

Publicar un comentario