viernes, 10 de junio de 2016
CAPITULO 157
Veo el show con mucho entusiasmo, pero no a causa de una actuación particularmente espectacular. He asistido a innumerables fiestas hawaianas.
Aunque esta es bastante buena, estoy ansioso por ver la presentación de P.
Los miembros de la audiencia son llevados al escenario y P es la última. Esto la coloca justo enfrente de nuestra mesa.
Las personas tienen edades comprendidas entre niños pequeños hasta, bueno, viejos como la suciedad. Sin duda es la más caliente en el grupo. Diría eso de ella incluso si no fuera mi esposa.
Las bailarinas de hula se posicionan frente a los participantes de la audiencia y demuestran el primer movimiento con sus manos. Paula los imita lentamente.
Con elegancia.
Perfectamente. A continuación incorporan las caderas y estoy fascinado por la forma en que su cuerpo se mueve.
Creo que es mejor que sus demostradores. El movimiento del pie es al final, pero ya estoy perdido en sus movimientos sensuales cuando me da una mirada sobre su hombro mientras gira. Su lenguaje corporal es inconfundible. Va a dejarme follarla siempre cómo elija.
Mi esposa es más caliente que el infierno. Cada hombre —y mujer— aquí lo sabe, incluyendo este tipo con su esposa y cuatro niños y medio (cinco contando el que viene en camino) sentados frente a mí. Él rara vez ha quitado sus ojos de Paula desde el momento en que se sentaron a la mesa. Seguramente su mujer se ha dado cuenta, o tal vez no lo ha hecho porque él la ha dejado completamente al cuidado de los niños así podía comerse con los ojos las tetas de mi esposa.
Este tipo está mirando descaradamente y me está molestando, pero me recuerdo que estos no son swingers en un club. Este hombre está aquí con su familia pero debería mostrar respeto hacia su esposa y la mía.
Respiro y exhalo lentamente. Voy a dejar pasar esto porque es lo que hacen los hombres maduros. Y es lo que P quiere de mí.
Cuando el show ha terminado, Paula vuelve a la mesa, cambiada de nuevo en su vestido. Me levanto y saco la silla para ella.
—¿No te quedaste con el traje?
—Lo siento, Alfonso. Me hicieron devolverlo. —Se inclina y baja la voz—. Pero estoy segura de que podemos pensar en algo más tarde.
Ah, sí. Definitivamente voy a comprarle a esta chica un traje de hula para el dormitorio.
Todos en la mesa continúan mirando el espectáculo, excepto el mirón. Paula no tiene ni idea de que está siendo violada y he tenido suficiente. Ningún marido debería tener que ver a cualquier idiota babear al ver el pecho de su esposa.
—Son un gran par, ¿no es así?
Se vuelve al oír el sonido de mi voz y palidece cuando su esposa le pregunta:
—¿Qué fue eso? —Sus ojos se agrandan mientras toma su bebida.
—Le dije que son un gran par. —Señalo a los niños sentados a la izquierda—. Sus hijos mayores se llevan bien, mientras que el menor entretiene al bebé.
—No dejes que esos dos te engañen —dice ella mientras hace un gesto hacia los chicos traviesos—. Son problemáticos. No siempre se llevan tan bien.
El espectáculo termina y no pierdo tiempo en dirigir a P hacia el auto delante de la multitud.
—Espera. Tengo que ir al baño.
Miro a la horda que nos rodea y sé que todos están yendo en la misma dirección.
—Estaremos en la casa en diez minutos.
Niega con la cabeza.
—Mi vejiga va a explotar si nos quedamos atascados en el tráfico.
—Tengo muchas ganas de golpear a esta gente fuera de aquí para poder llegar a casa y cumplir con mi promesa. —Cruza las piernas y hace una mueca para transmitir la agonía—. Pero no a costa de que una parte de tu cuerpo explote. —Golpeo su trasero y grita—. Ve, pero date prisa, porque tengo planes para ti, Sra. Alfonso.
Estoy esperando a P y veo a nuestros compañeros de cena mientras se van.
—¿Disfrutaron el espectáculo? —digo mientras pasan por ahí. Nunca llevaría su indiscreción a la atención de su esposa embarazada, pero no puedo resistir hacer retorcer un poco al bastardo. Se lo merece tanto.
Él se ocupa en uno de los niños, fingiendo no me escucharme, así que su esposa responde.
—Lo hicimos. ¿Y ustedes?
—Me encantó. Fue la primera fiesta hawaiana de Paula así que especialmente ella lo disfrutó.
—Paula. Qué nombre tan bonito. Tendré que recordarlo cuando este bebé venga, es decir, si es una niña. No lo sabemos.
Espero que sea un chico. No quiero que este tipo tenga alguna conexión permanente a P.
—Le diré a mi esposa que dijo eso. Disfruten del resto de la noche.
—Ustedes también.
Paula se acerca desde la dirección opuesta de los baños y lleva esa sonrisa pícara que tanto amo.
—¿Qué hacías?
Sostiene una bolsa grande.
—Quería recuerdos.
Los dos sabemos lo que hay en esa bolsa, así que no puedo esperar a volver a casa para jugar a disfrazarse. Le agarro la mano y la llevo hacia la zona donde está nuestro conductor
para recogernos.
—¿Dónde está el fuego?
—En mis pantalones. —Eso me gana una risa de mi esposa, pero no estoy entretenido.
Estoy cachondo.
Llegamos un poco antes de lo previsto, así que estoy agradecido cuando veo a nuestro conductor esperando en la acera en un automóvil negro.
—Somos nosotros, en riesgo. —Estoy acostumbrado a la fiabilidad de Daniel, así que es bueno tener a alguien haciendo un buen trabajo al llenar sus zapatos. Nuestro conductor temporal mantiene este tipo de servicio y ganará un bonito y gordo bono al final de esta asignación.
—¿Por qué tanto apuro?
Agito la mano al conductor y abro la puerta para P.
—Te lo diré cuando estemos en el auto.
Es una mujer así que no lo entiende. Sé lo que hay en esa bolsa y cómo va a verse en ello.
Va a bailar para mí —solo para mí— en un traje de hula.
Seguramente sin nada debajo. La anticipación tiene mi polla dura como una roca.
El auto se aleja y sé que tengo al menos diez minutos hasta llegar a casa, probablemente más si se toma en cuenta el tráfico, así que estoy en la miseria pura. Le llevo una mano a la erección.
—Esta es la prisa. Estoy en agonía porque te quiero debajo de mí tan desesperadamente.
Se inclina y se quita el cárdigan antes de extenderlo por encima de mi regazo.
—Si no hacemos algo al respecto, no durarás ni un minuto una vez que lleguemos a casa. No creo que ninguno de nosotros quiera eso. —Mueve su mano hacia arriba y la desliza hacia abajo por la parte delantera de mis pantalones. Agarra mi polla en la mano y su pulgar acaricia la punta, difundiendo la humedad que ya está allí—. Creo que un pequeño juego previo está bien, así saboreamos lo real más tarde. ¿No estás de acuerdo?
—No podría estar más de acuerdo. —Apoyo la cabeza en el asiento, mientras que P bombea con su mano hacia arriba y hacia abajo—. Dios, eres la mejor esposa.
Se inclina para susurrar en mi oído.
—Me gustaría que hubiera una pantalla divisora. ¿Recuerdas todas esas cosas traviesas que hicimos en la parte posterior de esa limusina?
¿Cómo podría olvidarlo? Esos fueron algunos de los mejores momentos de mi vida. Agarro su cabeza y atraigo su oído en mi boca.
—Diablos, sí. Lo recuerdo todo. Cada roce. Cada beso.
—¿Quieres saber lo que recuerdo? —Bombea más rápido mientras habla, llevándome más cerca del clímax que necesito desesperadamente—. Tú explotando dentro de mi cuerpo, reclamándome. Frotaste tu semen en mi piel, marcándome como un animal, como si yo fuera tu posesión y ningún otro hombre me pudiera ver. Y me encantó.
Eso es todo. El primer espasmo comienza, y entonces otros, seguidos por una explosión completa. No se detiene hasta que su mano y mis calzoncillos son un lío mojado y luego
besa a un lado de mi cara.
—Ese es mi chico.
Quita la mano de mis pantalones y abre su bolso en busca de un pañuelo de papel. Se seca la mano y luego me pasa uno limpio.
—¿Pañuelo?
—Gracias. —Lo tomo y la paso por la parte delantera de mis pantalones—. ¿Con qué mi mi chica está preparada?
—Parece que será mejor que lo esté por si necesito hacer eso otra vez.
No puedo mentir y decir que no volverá a suceder, no con la forma en que me hace desearla.
Después de estar de regreso en la casa, me tiene esperando en el dormitorio mientras se mete en el personaje. Es juguetona y es solo una de las muchas cosas que amo de P.
Estoy encendiendo la última vela en la habitación cuando dice en voz alta a través de la puerta del baño:
—Cierra los ojos.
Le gusta hacer esto, hacerme cerrar los ojos mientras se pone en su lugar. Todo es cuestión de puesta en escena para ella.
—Sí, señora.
Estoy sentado en el borde de la cama y escucho el sonido de un ukelele empezar. Tardo varios segundos antes de reconocer la melodía familiar de Somewhere Over the Rainbow viniendo de su teléfono.
—Está bien. Puedes mirar.
Abro los ojos y P está completamente cubierta con accesorios de hula, plumas y todo. Su parte superior es un bikini amarillo y es encantador contra su piel recién besada por el sol.
Su falda y cintillo son de color rojo, amarillo y negro. Su largo cabello oscuro cae en cascada sobre sus hombros y es la chica hula más hermosa que he visto en mi vida. Me imaginé algo similar, pero la realidad es mucho mejor.
Está imitando el baile que le enseñaron en la fiesta hawaiana, y la rabiosa urgencia sexual que esperaba no está allí. Este tipo de danza me da una sensación muy diferente a cuando baila en el tubo para mí. Hay algo surrealista, y muy dulce, acerca del lento balanceo de sus brazos y caderas en esta interpretación particular de la canción. Se ve tan pura y merecedora de mucho más de lo que le prometí que haría al traerla a casa esta noche.
—Esta es la única canción hawaiana que tenía en mi biblioteca de música. —No pierde el ritmo en su danza mientras habla.
—Nena, es perfecta. —Y realmente lo es. Me hace algo que no puedo explicar.
—Cada movimiento tiene tanta profundidad, cada baile su propia historia. —Hace que la coordinación de los movimientos fluya con sus brazos—. Una de las chicas me dijo detrás de escena que esto es simbólico a un árbol meciéndose con la brisa. Es hermoso, ¿cierto?
No tiene ni idea.
—Ciertamente lo es. —Ninguna mujer lo ha hecho parecer nunca tan encantador.
Baila otro minuto y luego se encoge de hombros.
—Eso es todo. No tengo nada más. Me gustaría tener más de un show para ti.
Extiendo mis brazos hacia ella.
—Ven aquí.
Se acerca a mí y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura para acercarla. Pongo el lado de mi cara justo debajo de su pecho y acuna mi cabeza con los brazos. Siento mucho más por esta mujer de lo que nunca creí posible. Mi amor por ella hace doler profundamente mi pecho. Nunca quiero saber cómo se sentiría perderla.
—Te amo tanto, P. Nunca quiero saber el dolor de no tenerte en mi vida.
Se reclina e inclina mi cara hacia arriba.
—Te amo y no iré a ninguna parte. Estoy aquí todo el tiempo que quieras que me quede.
Siento que voy a ahogarme si no la tengo.
—Jura que nunca me dejarás.
Sonríe y se siente como una ráfaga de aire en mis pulmones expandiéndose en un momento de asfixia.
—Nunca te dejaré.
—Hemos tenido un cambio de planes para el bautizo de nuestra cama. —Agarro el teléfono y se lo paso—. Pon esa canción en repetición y olvida lo que dije antes. Solo quiero hacer el amor contigo, tan lentamente como me lo permitas.
Sonríe mientras presiona la pantalla del teléfono.
—Me alegra que te guste la canción. No estaba segura de ello. —Pone su teléfono a un lado y desliza sus manos sobre mis hombros.
—Me encanta. —Me hace sentir bien acerca de nosotros—. Baila conmigo.
Nos balanceamos en el medio de nuestro dormitorio. Estoy en una mentalidad completamente diferente a la de antes. Sé que a P le gusta mi sucia boca de vez en cuando, pero la uso con demasiada frecuencia. Con ella a veces soy demasiado hombre de las cavernas. Debería tocarla suavemente y hablar dulcemente con más frecuencia. Ella es un tesoro —mi precioso tesoro— y sería sabio tratarla siempre como tal.
La canción llega a su fin antes de comenzar de nuevo, pero he terminado con el baile.
Tomo las manos de P en las mías y la conduzco hacia la cama. Nos detenemos cuando el dorso de mis piernas golpea el colchón y desabrocha mi camisa de lino blanco antes de empujarla desde mis hombros hasta el suelo.
Tomo la ofrenda floral de su cabeza y la coloco en la mesita de noche antes de alisarle el cabello suelto. Giro un mechón de su largo cabello alrededor de mi dedo y me maravillo con lo suave que es.
—Eres tan hermosa.
Se sonroja y agacha la cara. Todavía me sorprende cómo puede ser tan fuerte —incluso buscando una carrera en el centro de atención— y aún así no sabe cómo tomar halagos.
Estoy seguro de que es porque nunca los escuchó mientras crecía. O bien de ese idiota, Fernando.
Pongo mi mano bajo su barbilla y levanto su cara.
—Será mejor que te acostumbres a escuchar halagos porque planeo decirte a menudo cuán magnífica y amada eres.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario