martes, 7 de junio de 2016

CAPITULO 145







Estoy durmiendo en la casa de huéspedes porque Margarita Alfonso insiste. Dice que no puedo dormir con P. porque no se supone que la vez el día de la boda, pero es las once así que técnicamente todavía no es el día de la boda.


Las mujeres Alfonso se encuentran en la casa patrullando todas las entradas para evitar que llegue a mi novia, pero ellas no contaban con mi perseverancia o mi inteligencia en la eliminación de la pantalla de la ventana de nuestra habitación más temprano ese día cuando ellas no estaban mirando.


Me escabullo a la ventana e intento mirar en el interior pero no puedo ver nada detrás de las persianas, excepto la tenue luz de la lámpara de la mesita de luz.


Escucho voces pero todo lo que puedo oír es la guitarra y la suave voz de P. ¿Qué está haciendo cantando y tocando tan tarde… la noche antes de nuestra boda?


Golpeteo ligeramente en la ventana y espero en vano una respuesta. Finalmente, golpeo y luego escucho el sonido de la música detenerse. Un momento más tarde, P levanta uno de los listones de la persiana para luego alzarla. Destraba la ventana y la levanta.


—¿Qué estás haciendo ahí fuera? ¿Siendo un mirón?


—Quería verte.


—Sí. Eso es lo que los mirones hacen. —Levanta una ceja hacia mí—. Sabes que a tu madre le daría un ataque si sabe que estabas fuera de la ventana.


Y esa es la razón por la que ella necesita apresurarse y dejarme entrar.


—Por eso estoy colándome.


—¿Estás colándote?


Ella piensa que estoy bromeando.


—Sí. No he estado contigo por días porque te mantienen muy ocupada. Estoy con abstinencia.


—Te vas a casar mañana. Lo recuerdas, ¿cierto?


—Tenemos una hora hasta que sea el día de nuestra boda y quiero pasar cada minuto contigo. —Su rostro parece como si lo estuviera considerando, por lo que hago un movimiento para sellar el trato—. Por favor, P. Haré que valga la pena, pero tendrás que dejarme cubrirte la boca cuando te haga gritar mi nombre.


Niega con la cabeza pero sonríe. Sé lo que significa y estoy listo antes de que ella diga nada.


—Mete tu trasero aquí antes de que mi suegra te atrape, pero te lo estoy advirtiendo ahora, gritaré si no haces que valga la pena.


—No hay ni una posibilidad.


Me subo a través de la ventana y caigo dentro.


—Shh… van a escucharte y vendrán corriendo a ver lo que está sucediendo.


—No tengo miedo —alardeo.


—Sí. Y esa es la razón por la que te estás escabullendo por la ventana… porque eres tan valiente.


La agarro por la cintura y la acerco a mí.


—Deja de hablar y bésame. No tenemos mucho tiempo. Probablemente menos de cincuenta y cinco minutos, y no sé si puedo hacer todas las cosas que quiero hacer en menos de una hora.


Llevo mis labios hacia los de ella y enlaza sus dedos a través de la parte posterior de mi cabeza para acercarme. Ella podría negarse, pero ha extrañado estar conmigo tanto como yo en los últimos días. Puedo sentirlo en la urgencia de su beso.


—Creo que mi chica está un poco caliente.


No desperdicia tiempo desabotonando los botones del frente de mi camisa.


—Estoy un poco frustrada sexualmente. No eres el único que se acostumbró a recibirlo todos los días. —Consigue abrirla y la aparta de mis hombro hasta que cae al suelo. Pasa sus palmas hacia arriba por mi pecho y luego baja alcanzando mi bragueta—. Después de todo este tiempo debería haber superado la sensación de tener mariposas en mi estómago cuando estamos juntos, pero no lo hago y no creo que alguna vez lo haga.


—Bien. —No quiero que alguna vez lo supere.


Alcanzo mi playera que ella está usando y la saco por encima de su cabeza.


—Estás usando mi playera.


—Me la puse porque quería olerte cuando me metiera en la cama. Pero tener al verdadero aquí conmigo es mucho mejor. —Estoy de acuerdo con eso.


Empuja hacia abajo mis pantalones vaqueros y mis calzoncillos y yo los pateo fuera del camino. Cuando la acerco, mi erección se presiona contra su estómago y ella roza con sus dedos mi eje arriba y abajo.


—Creo que mi niño está un poco excitado.


—Quizás estoy un poco frustrado sexualmente. ¿No es así como lo llamaste?


Pongo mis manos en sus caderas y empujo sus bragas hacia abajo por sus piernas hasta que sale de ellas.


—Creo que lo hice. —Cuando pone sus brazos sobre mis hombros, agarro las partes traseras de sus muslos y la levanto para que envuelva sus piernas alrededor de mi cintura. No creo que llegue a cansarme alguna vez de hacer eso.


Llevo a mi casi novia a nuestra cama y la bajo con suavidad al colchón. Aparto un cabello suelto de su cara antes de llover besos sobre él.


—Eres muy hermosa. Soy un bastardo con suerte por tener que mirarte el resto de mi vida.


—Me considero yo la afortunada.


Paso mis pulgares por sus mejillas.


—Voy a pasar el resto de mi vida demostrando que soy digno de tu amor.


—Ya has demostrado tu valía. Esa es la razón por la que me convertiré en tu esposa el día de mañana.


—Mi esposa. —Todavía no he asimilado mucho que me volveré el esposo de Paula mañana—. Me encanta escucharte decir eso.


Me tomo mi tiempo besando su boca y luego migro de su cuello a su pecho, entre sus senos. Palmeo uno mientras succiono su pezón con fuerza dentro de mi boca y paso mi lengua por encima de él. Rozo la punta con mis dientes y ella gime al tiempo que su respiración aumenta, por lo que vuelvo a hacerlo porque le gusta.


Vago hacia abajo hasta que mi boca está sobre su arco púbico.


—Y voy a tener esto por el resto de mi vida.


—¿No se supone que estés en modo de pánico por nunca más estar con otra mujer?


Siempre he oído eso, pero no es cierto.


—Nunca. El pensamiento de no tenerte por el resto de mi vida es lo que me pone en modo de pánico.


—Entonces deberías estar bien porque no me voy a ninguna parte.


—Bueno, yo voy a otra parte, y es hacia abajo —le digo mientras separo sus piernas—. Eso es lo que quieres, ¿no?


Su mano se apoya en la cima de mi cabeza, acariciando mi pelo. Río para mí mismo porque sé sin duda alguna que la gentil caricia que ella está haciendo ahora pronto se convertirá en ella agarrando un puñado y dándome un tirón.


—¡Sí! No tienes idea de cuánto quiero tu boca en mí.


—Apuesto a que tengo una buena idea de eso.


Bajo más y le doy ese lento y largo golpe en el centro. Su cuerpo se sacude como si hubiera sido quemada.


—Siempre sabes tan bien, P. No sé si alguna vez seré capaz de obtener suficiente de ti. —Separa más las piernas y se mece contra mi boca. Empujo dos dedos dentro de ella mientras uso mi lengua para rodear su más sensible lugar. 


Se había apoyado sobre sus codos observándome y tenía esa cara, la que veo cuando sé que estoy haciendo todo bien.


Creo que le gusta verme hacerle esto porque parece ser la norma estos días.


Todavía recuerdo cuando miró por primera vez. Éramos una novedad el uno para el otro, y creo que estuvo avergonzada por ni siquiera pensar en ello, pero de todas maneras miró. Ahora, mira a la zorrita erótica. No tiene miedo de decirme lo que quiere o necesita, y me encanta eso. Es un cambio enorme escucharla decirme cómo hacerla correrse.


—Dime lo que quieres.


Se muerde el labio inferior y lo desliza lentamente entre medio de sus dientes.


—Quiero que hagas el Dyson sobre mí ahora mismo —dice mientras toca el lugar por encima de mis dedos. Me encanta el nombre que le ha asignado a mi movimiento de succión—. Y mientras haces eso, quiero a tus dedos deslizándose dentro y fuera de mí pero intenta con tu mano de esta manera, ella me instruye mientras estira su mano hacia abajo.


—Lo que quieras, cariño.


Pongo mi boca sobre ella y empiezo a alternar lentamente entre aplicar succión y liberarlo a la vez que deslizo mis dedos dentro y fuera de la manera que ella quiere. Golpea el colchón con la mano y cae hacia atrás contra la cama mientras sus piernas se tensan.


—¡Maldición! ¡…Mierda! —Alzo la mirada hacia ella y la veo sujetar las sábanas en sus puños—. ¡Joder! —grita a la vez que arquea su espalda de la cama y sus piernas tiemblas a mi alrededor—. Oh… oh… estoy por correrme. —Esta es una de las raras ocasiones que ella no tira de mi cabello y me alegro, a juzgar por la fuerza que veo emplear en la cama.


No hay duda del momento en que su orgasmo termina porque se queda quieta.


Me siento en cuclillas y la miro tendida en su exultante estado. Me emociona ser capaz de hacerle esto, y que ella quiera que se lo haga. Es algo que ella ha llegado a esperar, y siempre estaré feliz de cumplir.


Sus piernas se han desplomado porque está relajada. Las empujo hacia arriba hasta que sus pies están plantados en la cama. Sigo en cuclillas y tiro de ella hacia abajo hasta que nuestros cuerpos se tocan. Mueve sus pies del colchón a mis hombros y doblas las rodillas hasta que están posicionadas firmemente. Los dedos de sus pies se clavan en mi piel. Eso es nuevo.


—Debes pensar que necesitas aferrarte.


—Apuesto que no es una mala idea.


Hay un golpe en la puerta y nos damos entre sí una mirada de oh, mierda pero sea quien sea puede olvidarlo. De ninguna manera, no voy a dejar a P. con este tipo de erección.


—¿Estás bien, Paula? Pensé que te escuché gritar. —Mierda, es mi madre.


—Sabía que gritarías fuerte. Se suponía que te cubrirías la boca.


—Se suponía que tú cubrirías mi boca.


—Bueno, eso es un poco difícil de hacer cuando mi cabeza está siendo apretada entre tus piernas.


Ella me señala con su dedo y sospecho que cuando abra su boca, es para discutir pero no sale nada. En vez de eso se ríe.


—Sí, tienes razón.


—Solo un minuto —grita ella mientras sale como un rayo de la cama para agarrar mi camisa para poder ponérsela—. Ve al baño mientras le aseguro a Margarita que todo está bien —me susurra.


—Esto es ridículo. Vas a ser mi esposa en dieciséis horas. No tendría que colarme como un adolescente, en especial en mi propia casa.


—No se trata de ti. Se trata de la idea que tu madre tiene para nuestro perfecto día de bodas, así que deja de quejarte y mete tu trasero allí.


Gruño a la vez que tiro de las mantas para que mi furiosa erección y yo podamos ocultarnos en el baño. Pone su dedo en la boca.


—Shhh.


Me oculto en el baño por un minuto antes de que ella abra la puerta y entre.


—Le dije que me golpeé el dedo del pie y por eso estaba gritando. No estoy segura de sí lo creyó. Creo que pudo haber visto tus ropas esparcidas en el suelo. Si lo hizo, fuimos agarrados porque ella sabe que eres demasiado anal para haber dejado un desastre como ese.


—Probablemente está en este mismo momento comprobándome en la casa de huéspedes. —La levanto sobre el mostrador del baño y la empujo en el borde—. Va a saber que el gallo está en el gallinero cuando no me encuentre allí, así que mejor nos apresuramos.


Me empujo en su interior y ella jadea antes de abofetearme la espalda.


—¿Por qué demonios fue eso? —pregunto.


—Sabes que mi nuevo control de natalidad no ha tenido tiempo de funcionar y sigues haciendo esto.


Lo olvidé.


—Ambos sabemos que eres del tipo jugadora. Te gusta echar a la suerte tu destino. Lo vi cuando estábamos en las Vegas.


No me detengo y ella no hace que lo haga.


—Creo que tú eres al que le gusta arriesgarse cuando se trata de esto.


—Quizás.


Agarro sus caderas y golpeo con dureza dentro de ella con tanta fuerza como puedo. Ella lleva sus piernas hacia arriba y las envuelve en mi cintura en tanto se apoya contra el espejo. Observo mi reflejo entregarse a ella y desearía que ella pudiera verlo porque es algo tan malditamente ardiente.


Salgo de ella y me echo hacia atrás.


—Baja y date la vuelta. Quiero que mires esto conmigo.


Se desliza de la encimera y gira antes de inclinarse hacia adelante, de la manera que la quiero. Pongo mi polla en su entrada mojada y observo sus ojos en el espejo mientras me deslizo dentro de ella. Nunca llegué a ver su cara cuando le estoy dando esto por detrás, así que es algo nuevo.


Ella se está aferrando al borde de granito y observa mi cara.


—Te gusta esto, ¿verdad?


Le doy con más fuerza y ella sigue perfectamente el ritmo conmigo, pero no esperaría menos de un músico.


—No voy a mentir. Me encanta demasiado.


Me inclino hacia adelante y beso su espalda mientras entrego unos últimos golpes y luego recuerdo que su control de natalidad no está funcionando todavía.


¡Maldición! Tengo que retirarme.


No quiero hacerlo, pero agarro una toalla de mano y me corro en ella. No es ni de cerca tan satisfactorio como correrme dentro de P, pero no quiero que se enfade conmigo porque quiere evitar un embarazo por el momento.


Me está fulminando con la mirada.


—Pensé que habíamos acordado esperar un tiempo antes de intentar quedar embarazada.


Estoy allí parado sosteniendo la evidencia: una toalla llena de semen, que es lo opuesto a haberlo intentado.


—Me retiré. Eso no califica como que intente dejarte embarazada. Te habría llenado cuando exploté mi carga si a eso estaba apuntando. Créeme, estarías llena de pequeños nadadores ya que han pasado unos pocos días.


—Todavía puede suceder incluso si te retiras, dice la chica del vientre hinchado.—Graciosa.


—Lo sé y si sucede, sólo sucede. Por cierto, deberías saber que no voy a usar condones en nuestra luna de miel. Olvídalo. No va a pasar. —Listo. Ella estaba advertida.


—Lo sé. Tengo algunas otras cosas, pero es inútil si no me das la posibilidad de ponérmela.


—La próxima vez, nena. No lo haremos a las apuradas. —Ahora estábamos intentando vencer la alarma Margarita.


—La próxima vez, seré tu esposa. —Vaya, no había pensado en eso.


Hay un golpeteo en la puerta del dormitorio, seguido por la voz de mi madre.


—Sé que estás ahí, pedazo de mierda, te voy a dar dos minutos para que acabes, te vistas y salgas de allí.


Nos miramos entre sí en el espejo y reímos a la vez que simultáneamente decimos:
—Atrapados.




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