martes, 17 de mayo de 2016

CAPITULO 78




Gracias a Dios por el Valium.


Me siento culpable por tener que usar una droga alteradora para poder lidiar con los sentimientos que tengo por dejar a Pedro Henry, especialmente luego de todo lo que pasé con la adicción de mi mamá. Pero necesito un escape del tormento que es mi cabeza. Es una solución temporaria —sé eso cuando lo tomo—, y no tengo idea de cómo voy a arreglármelas con mis sentimientos una vez que esté en casa sin los efectos de la medicación para ayudarme.


Me mata admitirlo, pero creo que podría estar empezando a entender cómo comenzó la adicción de mi madre. Puedo ver cómo ese camino podría ser uno fácil de seguir cuando lo único que se puede ver es oscuridad. Es como si fuera un enorme salvavidas rojo para mí. Amaré a Pedro Henry hasta mi último aliento, pero no me permitiré seguir el mismo camino que mi madre, no importa lo tentador que sea.


Nuestro agotador vuelo desde Sydney aterriza en el aeropuerto de LAX y de inmediato noto el distintivo olor de Los Angeles —a gasolina y humo—, cuando nuestro jet arriba. Es el mismo olor que llamó mi atención hace tres meses atrás cuando hicimos nuestra primera conexión aquí en el vuelo hacia Australia.


Wow. Pareciera que eso hubiera sido en otra vida.


Nos hacemos camino entre la multitud de la terminal, y encontramos a los padres de Aldana esperándonos en la zona de equipaje. Ella se irá a casa por dos semanas para pasar tiempo con ellos antes de regresar hacia Nashville. 


Esto significa que estaré sola en nuestro apartamento por los próximos 14 días.


Los Donavons reciben a su hija con los brazos abierto, y también a mí. Me aman como a una hija, y pienso en lo perfecto que hubiera sido si me hubiera enamorado de su hijo en vez de un hombre que no quiere verme de nuevo. Mi relación con Benja podría haber sido tan diferente. ¿Quién sabe lo que podría haber pasado entre los dos si no me hubiera tropezado contra Pedro Henry Alfonso en ese pasillo del baño? Pero lo hice, y se me hace imposible lamentarme. 


Arrepentirme de conocer al hombre que amo sería como desear que no existiera, y jamás podría hacer eso. El insoportable dolor vale pena, a pesar de la brevedad del tiempo que pasamos juntos.


Aldana me mira como si no fuéramos a vernos jamás.


—Realmente desearía que vinieras conmigo. Odio verte ir a casa en estas condiciones.


—Estaré bien, Aldy. —No tiene idea de lo experimentada que soy en encontrar maneras de recomponerme cuando la vida me trata demasiado cruel—. Mi mamá va a estar realmente decepcionada si no voy a casa hoy.


—Sí… pero prométeme que no te pasarás las próximas dos semanas encasillada en el apartamento pensando en él.


—Te prometo que no haré eso —miento. Finjo una débil sonrisa para convencerla—. Me meteré de lleno en mi música tan pronto como llegue. Será una buena distracción.


—Sabes que no te creo. —Está usando esa mirada que tanto odio.


Lástima. Grrrrrr...


—No me voy a romper, Aldy. Soy una chica dura. Sí, estoy triste por dejarlo, pero estaré bien. No es el fin del mundo. —Mentira, mentira, mentira.


Definitivamente debe haber algo mal conmigo. Ni siquiera puedo decirle a mi mejor amiga lo devastada que estoy. ¿Por qué no puedo dejar a alguien entrar?


Excepto Pedro Henry… él es el único en este mundo que me ha descifrado, que conoce a la verdadera yo.


—Te llamaré todos los días. —Me abraza fuertemente mientras nos despedimos, y susurra en mi oído—: Necesitaré saber que estás bien.


Odio como lo hace sonar… como si fuera autodestructiva o algo. Me molesta tanto.


—¡Mierda, Aldy! Mi vida no se terminó porque no estoy con Alfonso. — Desearía no haberle llamado así frente a ella—. Extrañarlo está bien, es normal, pero no significa que me voy a derrumbar y a morir. —Las palabras suenan realmente bien saliendo de mi boca. Desearía que fueran ciertas.


Ella sonríe. Creo que eso significa que está complacida con mi enérgica respuesta, pero no se da cuenta que está molestando con un palo a una bestia inestable.


—Bien. Eso es exactamente lo que necesitaba oír.


—Estaré bien.


—Sólo necesito saber que el post-Alfonso, no será como el post-Fernando.


Psst. El post-Fernando no tiene punto de comparación con el post-Pedro Henry pero no le puedo decir eso, así que tendré que arreglar toda mi mierda antes de que regrese a Nashville.


—No te preocupes, Aldy.


—Me siento marginalmente mejor por dejarte ir sola a casa, pero dije en serio lo de llamarte cada día.


Se ve aliviada. ¿En serio se está creyendo lo que le digo? 


Demonios, soy mejor en esto de lo que pensé.


Cuando nos separamos, me quedo por mi cuenta. De nuevo. 


Como siempre.


Mientras espero en la terminal, decido llamar a mamá.


—Hola, mi pequeña. —Algo en esas palabras me hace sentir incómoda.


—Sólo quería avisarte que llegamos bien. En una hora más o menos estaré abordando hacia Nashville, así que necesito que me recojas alrededor de la una.


—Ahí estaré. No puedo esperar a verte, y oír sobre tu viaje.


¡Maldita sea! Tendré que admitirle que fui a Australia y me enamoré de un hombre que nunca volveré a ver.


—Tampoco puedo esperar a verte. —No creo tener opción. Cada momento de mis últimos tres meses en Australia han girado totalmente en torno a Pedro Henry. No habrá mucho que pueda decirle sin mencionarlo—. Tenemos mucho de qué hablar, mamá.


—También tengo cosas que contarte. —Uh, oh. Esa declaración sólo puede preceder a lo que mi mamá piensa pueden ser buenas noticias. En serio no necesito más mierda en este punto de mi vida, y estoy segura de que no quiero escuchar sobre eso antes de abordar este vuelo.


—De acuerdo. Podrás sorprenderme cuando llegue a casa.


—Eso suena como todo un plan.


Termino la llamada y mi mente de inmediato comienza a girar en las cosas que podría decirme. Sonaba realmente feliz. Va a ser algo sobre él. Sé que lo es, sin ninguna duda. 


Estaba demasiado atontada como para que sea algo más.


Por primera vez en mi vida, no estoy enojada porque ella esté tan enamorada de él. Lo entiendo ahora, el cómo puede estar tan consumida por él después de todos estos años. 


¿Es así como debo esperar que sea el resto de mi vida? 


Nunca olvidaré el amor que tengo por Pedro Henry. Nunca.


Mi mamá ha sido forzada a velar por mí, la hija que comparte con el hombre que ama, por casi todos los días de los últimos 23 años. Hice imposible que pudiera olvidarlo, especialmente desde que soy su viva imagen, desde mi cabello oscuro y mis ojos marrón claro. No salí ni siquiera un poco de mi mamá, que es rubia con ojos verdes.


Tal vez vivir sin Pedro Henry no vaya a ser tan malo para mí ya que no tengo ningún hijo suyo que me recuerde diariamente lo que alguna vez tuvimos. El pensamiento me recuerda lo que me dijo la primera vez que hablamos sobre control de la natalidad. “No quiero que te vayas de aquí con un esquince mío en tu vientre”. Esa noche parecía haber sucedido hace millones de años.


Él no quiere pensarlo ahora —porque está intentando ser altruista—, pero algún día se casará con otra mujer y le dará hijos. Margarita se encargará de que suceda; estoy segura. 


Y la idea de ellos me rompe el corazón porque quiero ser yo la que tenga sus bebés.


Oh, mierda, mi píldora anticonceptiva. Recuerdo sacarlas de mi cajón de la mesita de noche. ¿Las habré dejado en la cama? Estaba tan distraída metiendo cosas en mis valijas antes de que Pedro Henry regresara para el almuerzo, que no lo recuerdo. Estúpida, te dijiste a ti misma que no las olvidaras y lo hiciste.


No hay nada que pueda hacer ahora al respecto. Correré a la farmacia tan pronto esté en casa. Estaré dos días retrasada cuando sea capaz de conseguir otro paquete. 


Tomar más de una a la vez me va a hacer sentir desganada —esa dosis extras de hormonas siempre me hace sentir así—, pero al menos debo cuidarme de quedar embarazada. 


Tal vez.


Miro el celular en mi mano y no puedo evitarlo, tengo que ver su cara ahora que no tengo a Aldana interpretando cada movimiento. Miro por primera vez la fotografía que tomé de Pedro Henry. Es en la que nos está llevando hacia Avalon, el techo del convertible abierto después de ir al pueblo a comprar condones. Río cuando recuerdo lo sorprendida que estaba de que comprara tantos. Miro a mi alrededor para verificar que nadie me esté mirando como a una loca. No me importa, es posible que esté un poquito desequilibrada mentalmente. Si no lo estoy ya, tengo la sensación que no falta mucho para eso.








1 comentario: