domingo, 15 de mayo de 2016

CAPITULO 71





Sólo queda una semana para que Paula se vaya. Es muy pronto y quiero más tiempo con ella.


Estoy descuidando mi trabajo en Avalon porque estoy desesperado de pasar cada minuto con ella. No puedo conseguir suficiente y esta mañana no es diferente. Ese es el por qué he vuelto a casa para verla después de estar ausente sólo una hora.


Abro la puerta de la habitación esperando verla todavía durmiendo, pero no está, y escucho la ducha correr. Quizá me deslizo dentro y me uno.


Mientras estoy meditándolo, escucho una versión apagada de “Sex on Fire” de Kings of Leon sonando de algún lado en la habitación. Sigo el sonido hasta que encuentro el teléfono sonando dentro de la cartera de Paula. Lo alcanzo y lo saco para ver quién es en caso de que sea una emergencia de casa. Al menos eso es lo que me digo a mí mismo que hago.


Es Fernando Phillips. Otra vez.


Esta vez no es una notificación de llamada perdida lo que veo. Es una foto de Paula con sus labios presionados contra la mejilla de un hombre. Ellos lucen como una feliz pareja. 


Quizá incluso enamorados.


Contemplo qué hacer, responder o dejarlo ir al buzón de mensaje, y mi curiosidad gana. Deslizo la tecla de responder y no tengo idea de qué decir porque estoy perdido sobre quién es este hombre. Coloco el teléfono de Paula en mi oreja y escucho sin decir una palabra. Un momento después, escucho su voz. Es un yanqui, por supuesto. Esperaba que lo fuera.


—Paula. Sé que estás ahí. Te escucho respirando.


Continúo en silencio, esperando escuchar alguna pista del tipo de relación que ella tiene con este hombre.


—Si no estás lista para hablar, por favor escucha. —Espero y no escucho nada. Pienso que ha sido desconectado, pero luego él continúa—. Te extraño, Pau. Tuvimos una cosa genial y sé que podemos recuperarlo. Nena, nadie sabe sobre nosotros. Convencí a Mitch y a los chicos que tú sólo necesitabas un poco de tiempo para lidiar con el estrés de la industria de la música, pero ellos no van a esperar para siempre. Necesitas regresar a Nashville así podemos llevar a cabo este contrato de grabación. Necesitas venir a casa, a mí.


Todavía no estoy seguro quién es Fernando Phillips, pero tengo una imagen más clara. Él es el que estuvo antes de mí, el que lastimó a Paula.


—Pau, sé que me extrañas.


He escuchado suficiente.


—Paula no puede venir al teléfono ahora.


Hay un momento de silencio antes de que él pregunte:
—¿Quién es?


Pedro Alfonso. Soy el novio de Paula, su novio australiano. Porque ahí es donde está, en Australia conmigo. No en Nashville contigo.


—Necesito hablar con Paula tan pronto como sea posible. Por favor, dile que llame a Fernando.


—Ella no quiere hablar contigo y estás jodido de la cabeza si piensas que le voy a decir a mi novia que llame a su ex–idiota. Estoy seguro lo entiendes. —Presiono el botón de finalizar porque hemos terminado aquí.


Paula es mía. No de él.


Después de finalizar la llamada, veo la foto de Paula con este sujeto y veo la prueba de su vida feliz antes de mí. Es perturbador, incluso doloroso de ver.


Escucho la ducha cerrarse y trato de decidir cuál será mi enfoque para preguntarle a Paula sobre su relación con este sujeto. Estoy sentado en un lado de la cama cuando ella sale del baño con una toalla envuelta estilo turbante alrededor de su pelo. Está tan desnuda como el día que nació.


Está sorprendida de verme y deja salir un gritico femenino mientras usa sus manos para cubrirse. Se da cuenta que soy yo y sonríe mientras deja caer sus manos de su desnudo cuerpo.


—Mierda, me asustaste. Pensé que te habías ido por el resto del día.


—Lo estaba, pero regrese por algo. —Desearía no haberlo hecho. No quiero estos sentimientos que tengo.


Paula sonríe mientras camina hacia su gaveta de ropa interior.


—¿Qué está pasando? Estás actuando extraño.


La observo ponerse un par de bragas blancas con encaje y subirlas. Se estira por el sujetador a juego y desliza sus brazos a través de él antes de asegurar el broche entre sus pechos.


Decido que estoy cansado de suponer.


—Dime quién es Fernando Phillips.


Ella palidece mientras se queda congelada en el lugar. Sus palabras salen en un susurro.


—¿Por qué me preguntarías eso?


No me gusta la forma en que se ve afectada por la pregunta sobre él.


—Porque llamó mientras estabas en la ducha.


Ella se ocupa de ajustar su sujetador para evitar mirarme.


—¿Respondiste mi teléfono?


—La canción "Sex on Fire" más o menos captó mi atención. Lo respondí porque quería saber quién demonios es Fernando Phillips y qué quiere contigo.


Se me queda mirando fijamente. No estoy seguro si es porque no quiere decirme quien es él o si es porque estoy actuando como una Neanderthal posesivo.


—No estoy acostumbrado a esto, Paula. Sabes todo sobre mis relaciones anteriores. ¡Todo! Incluyendo cuán extenso es para mí, y sé muy poco sobre la tuya. Quiero saber que es él para ti.


Estoy casi seguro que va a decirme y luego siento una punzada de miedo. Quizá esto no es algo que quiera escuchar, pero es muy tarde.


—Él era mi productor discográfico.


Lanzo el teléfono hacia ella en la cama, así que aterriza con la pantalla hacia arriba con una imagen muy cariñosa de ellos juntos.


—¿Todos besan así a su productor discográfico?


Ella cierra sus ojos y se gira lejos del teléfono.


—Fernando y yo estábamos pasando mucho tiempo juntos mientras trabajábamos en el álbum. Una cosa llevo a otra y empezamos a salir. Me dijo que no luciría bien para él estar en una relación con alguien que estaba representando, y le creí.
Sonaba como una razón legítima para mí, así que acordamos mantener nuestra relación en secreto para proteger nuestras carreras. Un tiempo después me enteré que él quería mantenernos en secreto porque estaba casado con tres hijos. Estaba devastada. Y me alejé de todo ello. De él. Del contrato disquero. De la carrera musical en la que trabajé tan duro. De todo.


Ahora, realmente odiaba al hijo de puta.


—¿Cuándo terminó?


—A principios de diciembre. —Eso fue sólo una par de semanas antes de que viniera aquí, ni siquiera lo suficientemente para haberlo superado si estaba enamorada de él.


—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?


—Tres meses. —Casi la misma cantidad de tiempo que había estado conmigo.


Me inclino hacia delante con mis codos sobre mis rodillas y la cabeza en mis manos.


—¿Lo amas?


Ella no responde inmediatamente y mi garganta trata de tragarse mi corazón.


—Hubo un tiempo que pensé que lo hacía, pero eso fue antes de que supiera la verdad. —Quiero que ella se estire y me toque como una señal para tranquilizarme, pero no lo hace—. Amaba una mentira, y la verdad destruyó cualquier cosa que sentía por él.


Quiero mirar arriba hacia ella, pero no puedo. Tengo miedo de lo que veré.


—Entonces, ¿no sientes nada por él ahora?


—No. No puedo amar una mentira y eso es todo lo que fuimos. —Sus palabras son aleccionadoras. ¿No le había pedido una relación basada en una mentira? Él la engañó para ser su pequeño y sucio secreto, y yo directamente le pedí que fuera voluntaria para el mío.


Alzo mi rostro para verla de pie enfrente de mí, pero sus ojos evitan los míos. Ahí es cuando me doy cuenta. Soy un hijo de puta justo como Fernando Phillips.


Me deslizo fuera de la cama hasta mis rodillas enfrente de ella y envuelvo mis brazos alrededor de sus piernas.


—Lo siento tanto por no tratarte de la manera en que debí hacerlo, Paula.


Ella acaricia con sus manos mi cabello.


—¿De qué estás hablando? Tú nunca me trataste mal. Me consentiste mucho.


Miro hacia arriba desde donde estoy de rodillas.


—Te pedí estar en una relación basada en mentiras. Te mantuve como mi secreto al mundo hasta que decidí que te necesitaba cuando mi papa se enfermó. No soy mejor que él.



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