martes, 3 de mayo de 2016

CAPITULO 31




Estamos yendo de regreso a Avalon con el techo bajo, y Alfonso está excepcionalmente sexy detrás de las gafas. No puedo resistir sacar el teléfono que me dio y tomarle una foto. Por un breve momento aparta los ojos del camino para echarme un vistazo. Aprovecho la oportunidad para tomarle una foto de frente. Oh, Dios. Él es tan guapo.


—Nada de fotos con tu teléfono personal. Nunca. —Sus palabras son rígidas y me pregunto cuál es el gran problema.


Inocentemente levanto el teléfono que él me dio.


—No es mi teléfono personal. Es el aparato de línea caliente que me enviaste y quiero tener tu foto aquí para poder ver tu apuesto rostro aparecer cuando me llames.


Me doy cuenta que es la primera vez que digo eso frente a él.


—¿Aparato de Línea Caliente?


—Sí. Si somos honestos, eso es lo que es. Eres la única persona que conoce el número y cuando llamas, siempre es para hacer arreglos para encontrarnos.Ambos sabemos qué vamos a hacer, así que eso es lo que es.


Él me mira de nuevo.


—Paula, no eres una línea erótica.


—Cuando accedí a esta relación, me dijiste que no habría que fingir. Por favor no te eches atrás e intentes actuar como si esto fuera algo más de lo que es. Es innecesario.


Él estaciona el convertible en un lado del camino rural.


—No estoy fingiendo que esto sea nada excepto una relación de corto plazo, pero me gusta estar contigo incluso cuando no hay sexo involucrado. Eso significa que no eres una línea erótica.


Me derrito en un charco en el asiento del acompañante cuando dice que le gusta estar conmigo. Maldita sea, también me gusta estar con él, aunque sé que sólo es temporal. Es una lástima que no vivamos más cerca y que sólo tenga tres meses con él.


Él estira la mano y me acaricia la mejilla con la mano.


—¿Lo entiendes, cariño?


Amo oírlo llamarme así. No digo nada, pero en su lugar asiento. Soy recompensada cuando él se inclina para besar suavemente mis labios.


—Bien. Me alegra que estemos en la misma página.


Después de volver al camino, él toma mi mano y la apoya sobre su muslo. Apoyo la cabeza contra el asiento y permito que mi cabello esté al aire libre sin tratar de mantenerlo bajo control. Saboreo este momento con Alfonso. Estos momentos eventualmente llegarán a su final. Pero no hoy.


El viaje, sin embargo, llega a su final y estamos de regreso en la viña. Alfonso toma mi mano y deposita un beso en ella antes de salir del auto. Ayuda a que este arreglo se sienta como una relación. Pero tan dulce como es, no cambia el hecho de que esto será breve.


Noto una camioneta blanca en la entrada y me pregunto si alguno de los empleados de la viña ha regresado temprano o si Alfonso tiene compañía.


—Alguien está aquí.


—Ésa es la camioneta de Mike. Es el manitas, así que supongo que tiene un trabajo de mantenimiento que hacer. Espera aquí.


¿Esperar aquí en el auto? Eso es un poco extraño, pero lo hago de todos modos.


Unos pocos minutos después veo a Alfonso saliendo de la casa con un hombre. Se estrechan la mano y él se mete en la camioneta para irse.


Alfonso camina hacia el auto y me abre la puerta, pero no dice nada acerca del hombre o del por qué está en la viña un día después de Navidad cuando todos los demás empleados están todavía de vacaciones. Por supuesto, no es de mi incumbencia, así que no pregunto.


Cuando entramos, Alfonso toma una fría (su nombre para la cerveza), y vamos a la sala para pasar el rato.


—Hoy es Boxing Day. Si estuviéramos en Sydney, te llevaría al puerto para ver el comienzo de la Regata de Hobart.


—Nunca oí de eso antes —respondo.


—Es un gran día para aprovechar las compras posteriores a la Navidad. Y hay un montón de eventos deportivos planeados para hoy. El equipo nacional de cricket de Australia tiene un juego programado para esta mañana, lo cual es una gran cosa por aquí. —Él toma el control remoto de lo que él denomina la caja idiota—. Necesito ver si ganamos. —Después de que vemos los resultados del juego, él apaga el televisor—. Suficiente de eso. ¿Tocarías algo para mí?


No puedo resistirme a su solicitud o la necesidad de tocar ya que no la he tocado hoy. Toco varias de las peticiones de Alfonso, pero tiene esa arruga en la frente y sé que está pensando mucho en algo.


—¿En qué estás pensando?


Él me observa por un segundo antes de decir nada.


—Me preguntaba si cuando regreses a casa y te conviertas en un gran éxito, ¿escribirás un hit número uno sobre nosotros?


—Realmente espero que no.


—¿Por qué no? —Suena ofendido. O decepcionado.


Observo mis dedos rasgar las cuerdas para que mis ojos no tengan que encontrarse con los suyos. No quiero verlos cuando le explique.


—Porque las mejores canciones son escritas desde el corazón y las emociones que sientes deben ser de un extremo u otro. Tendría que estar desesperadamente enamorada o haber sido devastadoramente herida por ti.


Alfonso se reclina en el sofá y se saca los zapatos, informalmente poniendo los pies en la mesa de café.


—¿Alguna vez has experimentado una de esas cosas?


—Nunca he estado desesperadamente enamorada.


—¿Eso significa que has sido devastadoramente herida?


Pienso en Fernando y en cómo me sentí cuando descubrí que estaba casado.


—He sido herida y se sintió horrible en ese momento.


—No creo que puedas tener una sin la otra, así que las dos deben coincidir.


Él suena como si supiera algo sobre el amor y el dolor.


—¿Ésa es tu opinión porque has experimentado ambos?


Él ríe ruidosamente y levanto la vista de la guitarra.


—Maldición, no. Nunca he estado enamorado, así que nadie me ha herido.


¿Cómo es posible que alguien tan hermoso como Alfonso nunca haya tenido esa experiencia?


—¿Ni siquiera has pensando que podías estar enamorado?


—Nunca. ¿Y tú?


Una vez más, Fernando está en mis pensamientos, recordándome cuán equivocada puede estar una persona cuando se trata del amor.


—Pensé que estaba enamorada una vez, pero estaba muy equivocada.


—¿Supongo que él es de quien me contaste anoche?


Casi me había olvidado de eso.


—Sí, ése sería él.


—¿Alguna vez bailaste para él?


Eso vino de la nada.


—No. Ni siquiera le dije que lo hacía.


Alfonso se levanta del sofá. Toma mi muñeca, tirando de mí hacia su costado y pone mi guitarra en su estuche.


—Ven conmigo. Quiero mostrarte algo.


Me lleva al gimnasio y se detiene fuera de la puerta.


—Ésta es la razón por la que Mike estaba aquí. Estaba instalando esto para ti. — Abre la puerta y veo un brillante tubo hacia la pared del fondo. Cruzo la habitación y lo toco antes de mirar a Alfonso y sonreír.


Maldición, él no está bromeando. Instaló un maldito tubo para mí. O para él.


—Quiero que bailes para mí. —Él abre una de las puertas del gabinete y saca una caja—. Y quiero que uses esto mientras lo haces.


Levanto la tapa para encontrar un enterizo negro dentro. Los lados de la cintura fueron cortados, dejando sólo una delgada tira para cubrirme por la parte media entre la parte superior e inferior. Es sexy y en nada parecido a lo que he vestido al bailar. Cuando lo saco de la caja, tengo otra sorpresa debajo: un par de tacones de aguja rojos que gritan “fóllame”. Levanto uno; lucen como si fueran a sentarme perfectamente.


Él traga con fuerza.


—¿Lo harás para mí?


En ese momento sé que nunca seré capaz de decirle que no en nada. Quiero ser la mujer que haga sus fantasías realidad.


—Sí, lo haré.


Él se inclina para besarme y atrapa mi labio inferior en los suyos.


—¿Ahora?


—Si eso es lo que quieres.


—Oh, eso es lo que quiero.


—Pero necesito un minuto para prepararme.


—Absolutamente.


Le saco la caja de las manos y voy a su habitación. 


Rápidamente delineo mis ojos con kohl negro y les doy una apariencia humosa con sombra gris y negra antes de añadir una nueva capa de máscara de pestañas para que mis pestañas se vean más exuberantes. Mi cabello está alborotado por el viento y por viajar en el convertible, así que lo cepillo antes de bajar la cabeza y agregarle volumen con el secador. Lo dejo suelto porque me gusta que caiga en cascada cuando estoy boca abajo en el tubo.


Me pongo el enterizo y maldición, es bastante revelador. Hay mucho menos de él cubriéndome una vez que estoy dentro de él porque está estirado tan tenso desde mis hombros a la entrepierna. Me pongo los tacones y los pruebo mientras
camino en círculos en el baño. No quisiera caminar demasiadas cuadras en estas cosas altísimas, pero estarán bien para lo que voy a hacer.


Me examino en el espejo. Luzco sexy como el infierno y eso aumenta mi confianza a un máximo histórico. Estoy a punto de hacer realidad la fantasía de Alfonso.


Voy hacia el gimnasio y me pregunto dónde está él. Abro la puerta y lo veo sentado en una silla frente al tubo. Está esperándome con todas las luces apagadas, excepto las que están sobre la zona donde bailaré. Me acerco a él por detrás y me inclino para susurrar en su oído.


—Cierra los ojos.


Conecto mi teléfono al receptor en el gabinete por Bluetooth porque necesito usar mi propia música. El bajo profundo y oscuro de "Angel" de Massive Attack comienza y lo pongo en repetición porque espero que esta actuación sea larga.


Tomo mi lugar junto al tubo e inhalo profundamente antes de comenzar mi presentación.


—Puedes abrir los ojos ahora.


Cuando me ve, comienza a sonreír. Ampliamente.


Le doy la espalda y estiro las manos por encima de la cabeza para tomar el tubo.


Lentamente doblo las rodillas y deslizo mi trasero por él hacia abajo y de nuevo hacia arriba mientras lo miro por encima del hombro. Doy vueltas con lenta agilidad y me sostengo del tubo con una mano mientras doy un paso hacia afuera y giro un par de veces. Son cosas totalmente amateur hasta que levanto una pierna para engancharla con el tubo detrás de mi rodilla y trepo el tubo de metal mientras subo girando.



Hago una serie de giros y acrobacias complicadas que me tomó años dominar.


Cuando termino la larga rutina, estoy cabeza abajo. Estiro las manos hacia el suelo y giro varias veces antes de bajar. 


Miro a Alfonso cuando me paro y no estoy segura de que siquiera haya parpadeado desde que empecé.


La música todavía está sonando y camino hacia donde él está sentado. La canción que suena es una de mis favoritas para bailar porque es bizarra y casi hipnótica. Amo cómo me hace sentir, como si quisiera perder el control y hacer cosas extrañas.


—Cariño, has follado mi mente sin tocar mi cuerpo.


Me vuelvo y sonrío mientras bajo el trasero para hacerle un lapdance . Él toma mi cadera y yo aparto sus manos de un golpe.


—Conoces las reglas. No puedes tocar a la bailarina.


Él se mueve hacia atrás en la silla y yo me siento en su regazo con las piernas abiertas a cada lado de sus muslos. 


Me llevo las manos al cabello y lo aparto de mi cuello. Me inclino hacia él con la espalda contra su pecho y lo dejo caer sobre su rostro. Lo estoy torturando, lo sé, pero todo es parte de la fantasía.


—Eres mi bailarina privada.


Me inclino hacia delante y separo más las piernas mientras pongo las manos en sus rodillas. Comienzo un ritmo constante de acariciar su ingle con mi trasero y puedo sentir cuán duro él está debajo de mí.


—Oh, soy mucho más que eso.


Él gruñe y sé que estoy llevándolo al límite. Y amo eso.


Me levanto de su regazo y luego desciendo para sentarme a horcajadas de él.


Tomo su rostro entre las manos y busco sus intensos ojos azules. Están diferentes, más oscuros. Y están fijos en mí.


Lo siento temblar debajo de mí y luego sus dedos se deslizan dentro de la entrepierna de mi enterizo. Pero no me toca. Siento un súbito tirón abajo y me doy cuenta de que ha roto la parte inferior de mi enterizo y lo ha empujado hacia arriba por mis caderas.


—Paula, necesito follarte ahora mismo. No me hagas rogar.


Estiro las manos hacia su cremallera, pero fallan porque él casi me tira al suelo tratando de sacar los pantalones de en medio. Está feroz y exigente y sé que no habrá nada suave en lo que está a punto de suceder. Estaría decepcionada si fuera así.


Cuando sus pantalones y bóxers están fuera del camino, él tira de mí hasta ponerme sobre él mientras se introduce con fuerza dentro de mí. Dejo salir una exclamación porque es mucho más profundo en esta posición. Se siente como si estuviera golpeando contra mi útero mientras aferra mis caderas y no puedo decidir si es placer o dolor. Él continúa embistiendo hacia arriba mientras aferra mis caderas con fuerza para bajarme con fuerza. No hay dudas de que mañana tendré moretones en las caderas donde sus dedos se clavan en mi piel, pero no me importa. No lo haría detenerse por nada en el mundo en este momento.


Siento mi explosión crecer y no sé cómo ni por qué, pero mi mente registra el hecho de que Alfonso no se puso un condón. Después de todo el problema por el condón roto la noche anterior, no puedo creer que no lo lleve uno esta noche.


Maldición. Estoy a punto de arruinar el mejor sexo que he tenido.


Me echo hacia atrás para mirarlo y él embiste más profundamente que nunca.


—Alfonso, no te pusiste un condón.


Él aferra mis caderas dolorosamente y embiste profundamente por última vez mientras gime con fuerza y luego sisea entre los dientes.


—Oh, Paula.


Mierda. Acaba de eyacular dentro de mí, sin duda en la puerta de mi útero, ya que ha estado tocando a ella tan fuertemente. Mi instinto inmediato es salir de encima de él, pero me sostiene con tanta fuerza, que no hay manera de que pueda ceder un ápice.


Cuando ha terminado, todavía estoy a horcajadas de él. 


Estamos cara a cara.


Tomo un puñado de cabello y pongo nuestras frentes juntas. 


Lo estoy mirando directamente a los ojos, a punto de darle un escarmiento por el condón perdido, cuando él me toma por el cuello para tirar de mí hacia abajo para darme un beso.


Cuando se detiene, nuestras frentes todavía se tocan y ambos jadeamos.


—Eres condenadamente fantástica. Nunca he visto algo así. Cuando me dijiste que bailabas pole dance, no pensé que te refirieras a eso.


—¿A qué pensaste que me refería?


—Pensé que te aferrarías al tubo y darías unas vueltas, quizás trepar un poco si es que estaba de suerte, pero maldición, cariño… eres hechizante en ese tubo.


Lo beso porque estoy complacida por sus alabanzas, pero todavía voy a recalcar lo del condón.


—¿Fue mi baile o la música hipnótica lo que hizo que te volvieras loco y olvidaras ponerte un condón?


—No lo olvide. Me lo puse cuando comenzaste a bailar.


Oh. Se puso uno sin que lo supiera.


—Debería haber sabido que no lo olvidarías después del gran lio que hiciste anoche.


—Es bueno que me lo haya puesto mientras bailabas porque no hay manera de que hubiera poder parado para hacerlo una vez que te sentaste a horcajadas de mí. —Sacude la cabeza como si no lo creyera y me envuelve en un apretado abrazo—. No quiero que bailes para nadie más, excepto para mí.


Eso me confunde. ¿Se refiere a que no quiere que baile para nadie más en estos próximos tres meses?


Mientras recupero el aliento, el pensamiento se desvanece y mi mente avanza hacia otras cosas que no entiendo. Tengo que saber si él sintió la misma inexplicable energía que yo.


—¿Te sentiste diferente?


Él ríe y esta vibra contra mi pecho.


—Juro que nunca he acabado con tanta fuerza en mi vida.


Es exactamente como yo me sentí.


—Yo tampoco, pero fue extraño. Me sentí casi hipnotizada, como si estuviese siendo controlada por algo más poderoso que yo.


—Creo que ambos fuimos controlados por fuertes y todopoderosos orgasmos.


—Y tú me lo diste. Gracias.


Él me besa la frente.


—Gracias a ti por bailar para mí. Y por darme un sexo tan espectacular. No estoy seguro de que alguna vez pueda ser superado.


No lo digo, pero definitivamente lo pienso; ambos acabamos de experimentar algo que nunca será superado.





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