domingo, 1 de mayo de 2016
CAPITULO 24
Aldana está con Zac, y estoy incómoda porque veo un cambio en Benjamin tan pronto como entramos en el apartamento. Está a mí lado cada vez que me doy la vuelta, restregándose contra mí en cualquier oportunidad que encuentra, sentado a mi lado en el sofá. Me está persiguiendo de una manera mucho más agresiva, y no me gusta.
Miento y digo que tengo que ir a la tienda por tampones para alejarme de él. Él insiste en llevarme, pero declino por decirle que la caminata me ayudará con los calambres. Qué estupidez. Soy una mentirosa terrible, pero creo que el hablar de los tampones y los calambres menstruales le impide insistir.
Estoy caminando alrededor de la farmacia a pocas cuadras del apartamento cuando Bret comienza a cantar en mi bolso. Estoy de pie delante de un espejo en el pasillo de maquillaje cuando miro hacia arriba y veo la sonrisa tonta en mi cara
mientras respondo. Ni siquiera me di cuenta de que estaba sonriendo.
—Hola, hombre de las cavernas.
—Hey, chica americana. ¿Cómo va todo de vuelta en WaggaWagga?
Es posible que haya preguntado cómo va, pero lo que realmente quiere decir es como está yendo con Benja, y no hay manera de que me meta en eso.
—Todo está bien. ¿Te estás divirtiendo con la familia?
—En realidad, no. Estaría divirtiéndome mucho más si estuviera contigo. —Nada que decir a eso.
—Vamos a divertirnos un montón cuando regreses. —¿Y cuál era el plan para después de las vacaciones? ¿Seguiría conduciendo hacia la ciudad para ir por mí?
—¿Qué estás haciendo para pasar el tiempo sin mí?
Me río porque es muy ridículo.
—Estoy vagando por una farmacia.
—¿Y por qué has estado haciendo eso? —Él no me dio tiempo para contestar—. ¿Ese pequeño bastardo te ha hecho algo?
Sé que lo peor que puedo hacer es decirle sobre el comportamiento de Benjamin, así que miento.
—Estaba aburrida y quería salir un rato, pero es una mala noche para aburrirse. No hay mucho abierto en Nochebuena.
—No es seguro para ti estar paseando por las calles sola por la noche.
Mierda. Suena enfadado.
—Estoy a sólo unas manzanas del apartamento.
—No me importa si estás al otro lado de la calle. Quiero que tomes un taxi de vuelta.
—En serio, estoy bien.
—Dice la chica justo antes de que sea atrapada por algún loco psicópata. Voy a estar algo molesto contigo si eres secuestrada y asesinada, así que por favor toma un taxi de vuelta. ¿Entendido?
Sonrío por su preocupación por mi seguridad, incluso si es un poco agobiante.
—Lo haré si eso te hace sentir mejor.
—Sí, me hará sentir mucho mejor. ¿Has cambiado de opinión acerca de ir a la casa de tu amigo por Navidad?
—No, pero eso no significa que esté sin planes. Voy a ver una maratón de películas de Navidad y beber mucho ponche.
Soy hija única, así que estoy acostumbrada a entretenerme sola. No es gran cosa en realidad.
Está en silencio así que no estoy segura de que esté comprando mi historia.
Espero que no sea lástima de nuevo. No puedo soportarlo.
—No es gran cosa, ¿eh?
—No, no lo es —miento. Es una gran cosa. ¿Quién quiere estar solo en Navidad?
—Si tú lo dices.
—Creo que acabo de hacerlo.
—Sólo quería comprobarlo por un minuto antes de estar ocupado. Mi hermano ha solicitado mi ayuda para colocar los juguetes juntos. Yey.
Suena molesto, pero creo que sería divertido.
—Está bien. Bueno, diviértete construyendo casas de muñecas. Feliz Navidad, hombre de las cavernas.
—Feliz Navidad, chica americana.
Aldana y Benja se han ido a lo de Zac hace horas, así que soy solo yo, Jimmy Stewart, y un cartón medio vacío de ponche de huevo. Es posible que lo haya mezclado con un poco de un buen fuerte bourbon y adornado con una pizca de canela. Navidad ya ha empezado.
Oigo cantar a Bret y estoy sorprendida porque Alfonso no mencionó llamarme hoy. Conté con que estaría demasiado ocupado con su familia.
—Hey, hombre de las cavernas. Ésta es una agradable sorpresa.
—Bueno, espero que todavía pienses eso en un par de minutos a partir de ahora.
Oh, mierda.
—¿Hay algún problema? —Las palabras no salen de mi boca cuando llaman a la puerta—. Espera un segundo. Alguien está llamando a la puerta.
Es extraño. ¿Quién viene aquí el día de Navidad? Pulso el botón del intercomunicador.
—¿Sí?
—Soy yo.
Es la voz de un hombre, pero éste es el apartamento de Benjamin. ¿Cómo se supone que voy a saber quién es?
—Lo siento. Benja no está en casa.
—Soy yo, Alfonso.
Bueno, mierda. ¿Debo hablar por el teléfono o por el intercomunicador?
—¡Alfonso! ¿Qué estás haciendo aquí?
—¿De verdad quieres tener esta conversación conmigo abajo?
—Por supuesto que no. Lo siento. Estoy en el apartamento 311. —Pulso el botón que le permitirá entrar en el edificio y espero en la puerta.
Mierda, me veo desastrosa. Estoy usando pantalones de jogging con algo estúpido escrito en el culo y una camiseta igualmente estúpida. Ni siquiera estoy segura de si mi ropa no tiene manchas o agujeros. Mi cabello se amontona en un moño desordenado en la parte superior de mi cabeza y llevo puestas mis gafas. Están de moda, pero prefiero usar mis lentes de contacto con Alfonso. Ahora es demasiado tarde.
Él viene de la esquina del ascensor vestido con pantalón vaquero oscuro gastado y una camisa blanca de botones.
Está tan guapo como nunca lo he visto y quiero meterme en un agujero muy profundo para que no me vea así.
Sonrío porque no puedo verle y no balancearme.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Es Navidad. No quería que estuvieras sola. Y quería verte.
—¿Y tu familia?
—Mi madre estaba bastante molesta conmigo cuando le dije que estabas sola hoy. Insistió en que viniera y que pasara la noche contigo.
Oh. Me siento desinflar cuando me doy cuenta de que es por la insistencia de su madre.
Me encojo de hombros y miro mis pies descalzos.
—Lo siento. No te esperaba por lo que me veo como el infierno.
Él llega y agarra el borde de mi camisa, dándole un pequeño tirón.
—Siempre estás preciosa. Y me encantan las gafas.
Estoy aturdida por su simple toque. Él tiene esa clase de poder sobre mí.
Me toma un momento, pero finalmente llego a mis sentidos y lo invito a entrar.
—Lo siento. Entra.
Cruza por la puerta y lo siento en mis talones al cerrar. Me agarra por detrás.
He llegado a aceptar esto como algo suyo, pero me gusta.
Utiliza sus caderas para fijarme en la puerta. Sus manos están a cada lado de mi cabeza, bloqueándome dentro de su jaula de brazos musculosos. Debido a que mi pelo se amontona en un moño desordenado, tiene fácil acceso a todo mi cuello, pero me doy cuenta de que echo de menos el deslizamiento de su mano colocando mi pelo sobre mi hombro. Se inclina hacia adelante y comienza besando la parte de atrás de mi cuello, y me desvanezco.
Sé lo que está haciendo. Él desea la emoción de tenerme en el territorio del rival.
Eso significa que ha ganado y yo estoy bien con que me tenga como premio.
Lleva sus manos a mis caderas y me desplaza hacia el sofá, pero no nos sentamos.
Me dirige por el brazo hasta que me golpea en la parte superior de mis muslos.
Oigo el sonido de la cremallera detrás de mí y luego el desgarro de un envoltorio de aluminio.
Unos segundos más tarde, empuja mi pantalón y bragas por mis rodillas. Mierda, no me acuerdo de que bragas llevo puestas. Espero que no sean algunas de las de abuelita.
Siento su mano en mi espalda y me empuja sobre el brazo del sofá. Desliza una mano por mi espalda hasta los hombros. Debería estar avergonzada por haber sido doblada encima con los pantalones por las rodillas, pero no lo estoy, y la idea se disipa por completo cuando desliza dos dedos dentro de mí. Me mezo contra su mágica mano porque no puedo permanecer quieta. Se siente demasiado bien.
—Siempre estás tan mojada y ansiosa. —Me encantan las cosas que me dice cuando estamos así. Le imploro a que diga cualquier cosa y lee mi mente—. Dime lo que quieres.
—A ti —logro susurrar, pero yo no soy tan buena en esto como él.
Saca sus dedos y siento su dura punta deslizarse hacia arriba y abajo.
—Dime dónde me quieres.
—Dentro de mí. —Sale un poco más fuerte, pero todavía es poco más que un susurro.
—¿Cuándo? —Todavía se está burlando de mí, pero utiliza un poco más de presión.
—Ahora. —Me las arreglo para decir un poco más fuerte.
—Lo siento. No puedo oírte, Chiara. ¿Cuándo dijiste que me querías? —Está burlándose de mí.
—¡Ahora mismo! —grito mientras empujo hacia atrás y le obligo a entrar en mi interior.
Lo oigo silbar entre dientes.
—Entonces ahora me tendrás.
Siento sus manos en mis caderas y yo le escucho gemir mientras se hunde dentro de mí con más fuerza de lo que creía posible. Grito por la sorpresa.
—¿Te gusta de esta manera, ¿no?
No puedo mentir. Me encanta.
—Sí. —Es todo lo que puedo manejar con él embistiendo dentro de mí.
Se ralentiza el ritmo un poco y siento una de sus manos dejar mi cadera para deslizarse por mi espina dorsal.
—Me encanta tenerte de esta manera.
Soy como un gato curvándose por su toque. Tiene tanto poder sobre mí... Me pregunto si lo sabe.
Voy en espiral hasta que me lleva a ese lugar, en el que yo imploro mientras empuja una vez más dentro de mí. Un momento más tarde, siento sus besos en mi espalda.
—Empaca una bolsa. Te vienes conmigo a casa. Pero no te cambies. Te deseo tal y como estás.
No tiene que pedírmelo dos veces.
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