domingo, 29 de mayo de 2016
CAPITULO 117
Veo la expresión en el rostro de Paula y sé que está preocupándose sobre hacia dónde va nuestra relación y cómo haremos que las cosas funcionen.
Pero no quiero que esta escapada se trate de estrés o angustia. Sólo quiero que nos divirtamos. Y sexo. Mucho sexo.
—No vayas ahí.
Ella arruga la frente.
—¿Que no vaya a dónde?
Está siendo tímida. Sabe exactamente lo que quiero decir.
—Donde sea que vas en tu cabeza cuando tienes esa expresión tensa en tu rostro.
—Quizás estoy constipada.
Ésa es mi chica. Toma un tema potencialmente doloroso y lo convierte en algo divertido.
—De acuerdo, Srta. Comediante. Pretenderemos que estás constipada en lugar de preocupada por nuestra relación. —Le extiendo la mano—. Vamos.
Salimos del ascensor y la llevo hacia el restaurante que he elegido. Nos sentamos en una habitación donde seremos atendidos por nuestro propio chef personal.
—¿Cariño, tienes hambre?
—Sí. Me muero de hambre.
—¿Anhelas algo en particular?
Ella sonríe con picardía.
—Quiero carne.
—Eso se puede arreglar. De hecho, puedes tener un poco ahora, y mucho más, más tarde. Sé que te gusta la carne término medio, pero la que tendrás después estará bien cocida.
—Me gustan las cosas hechas bien… especialmente cuando soy yo.
Llevo su mano a mis labios para un beso.
—Tengo la intención de hacértelo muy bien, amor.
—Siempre lo haces. —Suelta una risita cuando nuestro servidor llega a nuestra mesa.
Después de disfrutar de una cena maravillosa con mi hermosa chica, salimos del restaurante y sé que su curiosidad está despierta.
—¿Estás lista para saber qué sigue en la agenda?
Sus ojos se agrandan con anticipación.
—Por supuesto.
—No hay ningún buen concierto esta noche, así que reservé un espectáculo de burlesque. —Ella sonríe ampliamente y me pregunto de qué se trata—. Creí que podría gustarte ya que es lo tradicional de Las Vegas. No tenemos que ir si no
quieres.
—Oh, definitivamente quiero ir.
Temía que se enojara conmigo por conseguir boletos para un espectáculo en el que las mujeres vestirían trajes provocativos, pero claramente no lo está.
—Pareces estar muy entusiasmada con esto. Me preocupaba un poco que no quisieras ver mujeres casi desnudas bailando o que podrías estar enojada conmigo
porque creyeras que yo quería verlas.
—No soy una odiosa. Soy una facilitadora, y es sólo un espectáculo. —Dios, tienes que amar a una mujer con ese tipo de actitud—. No vas a besar a nadie excepto a mí.
—Tienes toda la razón. Tenemos asientos privados, así que podríamos hacer algo más que besarnos.
—Umm... no.
Ella sabe que odio oír que me diga que no.
—¿Por qué no? —Cuando mis palabras salen, reconozco que sueno como un niño.
—Tengo mis razones. Te alegrarás de haber esperado cuando veas cuáles son.
Mi curiosidad está por todo lo alto.
—Me tienes confundido.
—Bien.
Somos ubicados en nuestro sector privado, ocultos de la vista de casi todo el mundo en el show. Estos asientos no fueron fáciles de conseguir y me costaron una fortuna, pero estaba dispuesto a pagar cualquier precio, porque planeaba divertirme de forma traviesa con Paula. ¿Qué tiene bajo la manga?
En un momento durante el show, trato de colar la mano debajo de su vestido, pero ella le da una bofetada y me regaña con los ojos. Literalmente.
—¿Qué?
—Ya sabes qué.
—No, ése es el problema. No lo sé. —Creo que podría relajarme un poco si lo supiera.
Ella aparta mi mano de su pierna y la toma entre las suyas.
—Tengo algo especial para ti más tarde y no voy a servir aperitivos. Así que detente o me voy a enojar.
Veo que no hay forma de persuadirla, así que debería calmarme.
—No puedo evitarlo. Estoy frustrado como una mierda porque te deseo tanto.
—Me vas a tener esta noche, pero tienes que aprender a tener un poco de paciencia.
Fácil para ella decirlo cuando es la que está reteniendo el sexo.
—¿Por qué debo ser paciente cuando no tengo que serlo? Nadie nos detiene excepto tú.
Veo la expresión de su rostro cambiar antes de volverse a mirar hacia adelante.
No sé si la he herido o la he molestado.
—Lo siento, cariño. No quise decirlo en la forma en que sonó.
Ella se niega a mirarme. Eso no es bueno.
—Yo creo que sí.
—Sí, tienes razón. Lo hice, pero no quiero pelear por esto. Si dices que esperemos, entonces esperaremos. Bolas azules o no, te juro que no te presionaré.
Ella parece ablandarse.
—Podemos regresar a la habitación ahora, si quieres.
Lo dice tan dulce, que me siento como un enorme idiota.
—No, puedo ver que esto es importante para ti, así que esperaremos.
Terminamos el show, pero todo en lo que puedo pensar todo el tiempo es en llevarla de nuevo a la habitación para hacerla gritar, lo cual no ayuda a mi creciente caso de bolas azules.
Estamos caminando por el casino y la veo mirando las mesas con curiosidad.
—¿Alguna vez has jugado?
—No. Nunca he estado en un casino. —¿Tiene veintitrés años y nunca ha jugado?
Pensaba que ésa era una de las primeras cosas que se hacían cuando cumplías veintiún años—. Se parece a un Disney World para adultos. Por supuesto, nunca he estado allí tampoco así que, ¿qué sé yo?
—¡Ah, nena! Hay tantos lugares a los que quiero llevarte. —Quiero mostrarle el mundo.
—Y no hay nadie con quién prefiera ir. —No dudo de su sinceridad ni por un segundo.
Hago un gesto hacia las mesas.
—¿Quieres jugar? Te enseñaré lo que necesitas saber.
Ella mira alrededor y lo absorbe todo por un momento antes de señalar una mesa de dados.
—Creo que podrían gustarme los dados.
Encontramos un agujero y lanzo unos cuantos billetes al distribuidor antes de que varias pilas de fichas sean empujadas en nuestra dirección. Levanto las torres y las coloco frente a ella.
—Tendrás que explicarme porque no tengo idea de qué estoy haciendo.
—Yo no soy un experto en todos los pormenores, pero sé lo básico. —Cuando es el momento para lanzar de nuevo, le muestro dónde colocar su apuesta—. Pondrás tu ficha aquí. Si sale un siete u once, entonces eres una ganadora. Pero si
él saca dos, tres o doce, entonces pierdes. Si él saca un número distinto de dos, tres, siete, once o doce, entonces tienes que sacar el mismo número otra vez antes de siete para ganar.
—Oh, mierda. Es complicado.
—No lo es una vez que le tomas la mano.
Al principio le asusta hacer apuestas, pero comienza a hacerse la idea después de varios tiros. En muy poco tiempo, luce como una profesional e incluso se ha vuelto lo suficientemente valiente como para tirar los dados un par de veces. De hecho es bastante buena en ello y le va bastante bien cuando tira.
No es de extrañar que llame la atención de cada hombre en la mesa, jóvenes y viejos. Los veo notándola, y aunque sé que no está interesada, me importa la manera en que la miran fijamente. Especialmente no me gusta la forma en que le miran las tetas y el culo cuando se inclina hacia adelante para tomar los dados y apostar.
Me encuentro bebiendo más de lo que debería, porque siento una racha de celos.
—¿Estás lista para volver a la habitación?
Ella ni siquiera me mira.
—Esto es muy divertido. ¿No estás pasándolo bien?
—Lo estaría pasando mucho mejor si estuvieras desnuda en la habitación.
Ella se inclina sobre la mesa y todos los hombres le miran o bien el escote o el dobladillo que se sube.
—Sólo un poco más.
¡Mierda! He creado un monstruo.
Sólo un rato más se convierte en una hora y estoy borracho antes de tener la intención de estarlo. La combinación de whiskey y tipos comiéndose a Paula con los ojos me ha puesto de un humor particularmente malo.
—Ya terminé aquí. Puedes subir a la habitación cuando lo desees. O no. Cómo sea.
Ella se estira para tomar mi brazo.
—No seas así. Sólo estoy divirtiéndome haciendo algo que es nuevo para mí.
—Sí… mientras todos los hombres de este casino acaban cada vez que te inclinas hacia adelante. —Todos están pensando en cómo se lo harían en esa posición. Sé lo que los hijos de puta están pensando porque tengo la misma cosa en mente.
—Vamos. Estás siendo un poquito dramático, ¿no crees?
Demonios, no. No estoy siendo dramático. Ella no está sentada viendo a estos bastardos follarla con los ojos.
—No. Todos te están mirando, incluso los que están con sus mujeres.
—Bueno, tú eres el único que logra estar conmigo. —Toma las fichas de la mesa—. Déjame cobrarlas y nos iremos arriba para mantenemos ocupados.
—Oye, oye. Ahora estás hablando.
Sí. Me comporté como un niño caprichoso, pero funcionó totalmente, así que me importa un carajo. Dejo mi bebida en la parte inferior de la mesa de dados porque no necesito otra gota de alcohol. No estoy ebrio pero definitivamente he bebido más de lo que debería. Paula todavía tiene una sorpresa para mí cuando lleguemos a la habitación; apuesto a que es lencería sexy.
Le encanta vestirse para mí.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario