viernes, 27 de mayo de 2016
CAPITULO 111
Nunca he hecho esto antes, y estoy nerviosa como el infierno. Mis padres, a uno de los cuales apenas conozco, van a estar aquí en cualquier minuto para conocer a Pedro Henry. Mi novio. El hombre que amo. El cual usa palabras como “siempre” y “futuro” cuando habla de nosotros.
Me dan ganas de vomitar.
Me aterra que esto no salga bien. A él ya no le gusta ninguno de mis padres y no lo culpo. ¿Qué pasa si no puede mantener su desagrado oculto y ser agradable? Es muy abierto y siempre tiene una opinión para dar. Esto podría ser un total desastre. Pero aún si lo es, lo seguiré amando. Eso lo sé sin ninguna duda.
Me estiro para tomar la lasaña en el horno y toco el estante superior con la muñeca mientras la saco.
—¡Mierda! —La reacción de mi cuerpo hace que suelte la bandeja y que saque el brazo de un tirón. Afortunadamente, la bandeja de lasaña sobrevive, pero me he quemado la muñeca como loca.
Corro hacia el lavabo y de inmediato hago correr el agua fría sobre la muñeca para detener el proceso de quemado mientras Pedro Henry está rápidamente a la cocina.
—¿Qué sucedió?
—Me quemé. Error de novata.
—Déjame mirar. —Ah, el doctor está de regreso. Gusto en verlo, Dr. Alfonso.
Ha pasado un tiempo. Saco la muñeca del agua fría lo suficiente para que la examine—. Estará bien. ¿Dónde tienes tus bolsitas de plástico? Te haré un paquete de hielo.
—En el gabinete a la derecha del horno.
Él pone unos cubitos de hielo en una bolsa antes de envolverla con un repasador y entregármelo.
—Yo sacaré la lasaña. Tú sostén ese hielo sobre la quemadura.
Me siento a la mesa para poder ser inútil.
—Gracias.
—De nada. Es lo menos que puedo hacer después de que te pasaras toda la tarde esclavizada aquí. ¿Necesitas algo más?
Miro el reloj.
—Son casi las seis. Pondrías el pan en el horno. Ya lo tengo en el molde.
—Lo que sea por usted, Srta. Alfonso.
—Disfrutas eso, ¿verdad?
—¿Qué? —lo dice tan inocentemente, pero sabe a qué me refiero.
—Llamarme Srta. Alfonso.
—Ciertamente que sí. Es buena práctica.
¿Buena práctica para qué?
Llaman a la puerta y de inmediato me molesta, porque quiero saber a qué se refiere. Me siento tentada de decirle a Jake y a Julia que esperen un momento, porque necesito llegar al fondo de esto. Por supuesto que no lo hago, pero es un tema que planeo volver a tocar cuando estemos solos.
Me levanto a responder la puerta.
—Aquí vamos. Recuerda comportarte si quieres tu premio más tarde.
—Sí, señora. Tú hombre de las cavernas te hará sentir orgullosa.
Le doy un rápido beso.
—Ése es mi chico dulce.
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