miércoles, 27 de abril de 2016
CAPITULO 10
Cuatro orgasmos gritados más tarde, lo cual son dos más de los que usualmente tengo, Alfonso y yo nos deslizamos en la parte trasera de su auto. Solo llego hasta la mitad del asiento mientras me deslizo a través, así nuestras piernas están tocándose cuando él llega a mi lado. La única cosa que separa nuestra piel es la tela de sus pantalones, pero su toque envía una emoción de excitación por todas las partes de mi cuerpo.
Daniel mira a Alfonso a través del espejo retrovisor.
—¿Hacia dónde señor?
Él me contempla por una respuesta. Creo que está esperando que le diga que deseo ir a casa con él esta noche, pero yo no. No he estado de acuerdo con esta locura aún.
—A la casa de la señorita Beckett —le dice a Daniel.
Estoy sintiendo los efectos de mis cuatro cocteles. El coraje del líquido pulsa a través de mis venas. Me siento valiente. Y coqueta. Pongo mi mano en el muslo de Alfonso y uso mi dedo para trazar un imaginario símbolo del infinito. Siento el musculo en su muslo ponerse tenso en sus pantalones.
—Señor Henry, ¿Daniel tiene alguna idea de lo que usted hace con las mujeres que mantiene en su compañía?
Sin que se le pidiese, Daniel alcanza el control de la radio e incrementa el volumen de la música en la parte delantera del coche. Escucho “Talk Dirty To Me” por un breve segundo antes de que él cambie la estación a una clásica. O tal vez opera. Estoy muy borracha para decirlo. De cualquier manera, no me importa.
Me inclino hacia adelante.
—Daniel, devuélvelo a Poison.
Le veo observar a su empleador por el retrovisor. Alfonso le da una cabezada concisa y oigo a Bret Michaels cantar otra vez.
—Adoro esta canción.
—Yo también, pero me gustaría aún más si fueras tú la que me cantara en lugar de Poison.
—He sido conocida por tomar peticiones.
—Yo también. Puedo hablar sucio por petición en cualquier momento.
Me vuelvo hipersensible a todo sobre este hombre. Su respiración suena más alto y su olor más fuerte, tan masculino. Me encanta la sensación de su pierna debajo de mi dedo.
—No me contestaste. ¿Sabe Daniel qué haces con las mujeres?
Está oscuro y no puedo distinguir su expresión.
—Le pago a Daniel para que esté disponible cuando lo necesite. Él no es mi confidente, así que nosotros no discutimos sobre lo que hago con las mujeres que salgo.
—Las mujeres con las que sales —susurro mientras me giro para mirar afuera por la ventana. Las luces brillan como luces estroboscópicas mientras pasamos. Si digo que sí, seré la número trece. No puedo imaginar que vaya bien.
Trece es siempre mala suerte.
Pone su mano en mi rodilla y el calor irradia arriba hacia mi muslo.
—Quiero saber lo que estás pensando.
Su íntimo gesto obtiene mi total atención.
—Sería la número trece.
No estoy segura, pero creo que él esta divertido por mi observación.
—Supongo que lo serás.
Soy supersticiosa. Siempre lo he sido.
—Es un número de mala suerte.
—No creo que lo sea. Yo nací en el decimotercero.
Si hago esto, algo saldrá mal y este hombre me hará daño. Sé que eso es tan seguro como que estoy sentada aquí a su lado sintiendo cuanto me hace querer decir que sí.
—¿Cómo puedes creer que es posible tener algo caliente como esto sin que uno de nosotros salga quemado?
Lo veo sonreír abiertamente en la oscuridad.
—¿Crees que esto entre nosotros es caliente?
Daniel se detiene en frente del apartamento de Benja. No le contesto a Alfonso, nunca es sabio echar combustible a un incendio ya fuera de control.
Daniel abre la puerta y yo salgo del carro detrás de Leonel.
Caminamos por la acera hacia la entrada del edificio y él me impresiona al agarrar mi mano. Es una cosa dulce e íntima para hacer.
—¿Tienes tu propia habitación?
—No. Aldana y yo compartimos el cuarto de invitados.
—Bien.
¿Qué? ¿Él pensó que estaba compartiendo una cama con Benjamin? ¿Qué si lo estaba?
Él no tenía ninguna reclamación sobre mí. Aún.
—¿Dónde creíste que estaba durmiendo?
—No tenía ni la menor idea, ya que estos apartamentos son tan pequeños. Sin embargo, sé que al hermano de tu amiga le gustaría nada mejor que tenerte en su cama. Una vez más, a mí también, así que no creo que tenga mucho espacio del que decir.
Ahí va otra vez, diciendo lo que está en su mente. No estoy segura si debería apreciar su honestidad o prepararme para lo que fuera a salir de su boca a continuación.
—¿Estás perdiendo tu filtro, o es una cosa australiana de soltar cada pensamiento inadecuado que tienes?
Estamos parados en la entrada del edificio y presiento que es lo que viene a continuación. Lo siento en mis huesos. Y mi ingle. Va a besarme. Y lo quiero.
Mal.
Pero entonces eso no es lo que hace.
Me empuja hasta que mi espalda esta contra el edificio. Me fija con sus caderas así estoy atrapada, no hay escapatoria, ni lo intentaría. Sus ojos bajan de los míos a mi boca, luego regresa a mis ojos.
—Digo exactamente lo que está en mi mente porque no tengo tiempo para juegos tontos. Te lo dije, yo no hago pretextos, y éste soy yo demostrándote lo que quiero decir. Quiero que sepas exactamente lo que está en mi cabeza.
Es desconcertante la manera en que sus ojos perforan los míos.
—¿Y qué es lo que está en tu mente ahora mismo?
Su boca está tan cerca de mí, siento su cálido aliento en mis labios.
—Ahora mismo, todo en lo que estoy pensando es cómo voy a meterte en mi cama así yo puedo enseñarte todas las maneras que puedo hacerte venir.
Umm… sí, por favor y gracias.
Él me hace querer ponerme a gatas y arrastrarme como toda una tigresa. Estoy quemándome de adentro hacia afuera, y él aún no me ha besado. Este hombre es talentoso. Me pregunto qué sería capaz de hacer si no estuviéramos en un lugar muy público.
Él toma mi boca con su mano y aprieta mi mandíbula hacia adentro antes de que frote su pulgar en mis labios.
—He estado esperando devorar esta boca desde la primera vez que te vi.
—¿Entonces, por qué no lo haces? —Me sentí audaz, así que emito un desafío—. Te reto.
Miro su rostro mientras espero que tome mi invitación.
Vamos, quiero que lo hagas. Mi pecho sube y baja tan fuerte, puedo verlo en mi visión periférica, y mi respiración es embarazosamente ruidosa. Estoy asombrada por mi repentina e inesperada urgencia de él. Empujo las campanas y los silbidos que escucho aparte —las que me alertan de cuan mal esta esto—, porque no quiero hacer caso de las advertencias de mi subconsciente. Solo quiero sentir lo que este hombre está ofreciendo para hacer realidad mis fantasías.
Al momento siguiente, sus labios están sobre los míos y mi boca se abre para invitar a su lengua dentro a jugar. Su mano se desliza de mi rostro hacia la nuca de mi cuello y me empuja fuerte contra su cuerpo, manteniéndome prisionera. A través del delgado material de mi vestido, puedo sentir cuan duro está él por mí.
Su lengua encuentra la mía y comienza una lenta y seductora danza. Este hombre sabe cómo besar. Él tiene la habilidad para debilitar mis rodillas, y mi cuerpo ya no está bajo mi control. Le pertenece a él para hacer lo que desee.
Él es mi titiritero.
Gimo contra su boca y él desliza sus manos hacia arriba por la piel desnuda de mi espalda a través de la abertura de mi vestido. Su boca deja la mía y la arrastra a través de mi rostro cerniéndolo sobre mi oído.
—No puedo esperar a estar travieso contigo. Sabes que es solo cuestión de tiempo, y cuando lo haga, voy hacerte venir muy fuerte.
Escucho el aguante de mi propia respiración. Nadie me ha dicho algo así, incluso Fernando, y la promesa de Alfonso reúne como una líquida seducción pura entre mis muslos.
Su boca se cierne sobre mi oído cuando escucho su áspera voz de nuevo.
—¿Quieres eso, no es así?
—Sí. —No sé de quién es la voz que escucho, pero suena nada parecido a la mía, es la de una mujer desesperada.
—No hay razón para que estés en mi cama para hacerte venir. —Toma su mano de la parte de atrás de mi vestido. Lo siento deslizarse alrededor de mi cintura hacia abajo al punto donde quiero que más me toque. Jadeo con anticipación.
Escucho el sonido de alguien aclarando su voz y salto porque estoy sobresaltada.
Pero Alfonso no lo está, está enojado pues su mano cae desde su destino hacia sur. Suspira pesadamente e inspecciona a la persona que nos interrumpe.
Podría haber sido cualquier persona en el edificio —o del mundo—, pero por supuesto, no lo es. Es Benjamin. Su voz gotea con desprecio mientras camina por delante de nosotros hacia la puerta.
—Perdonen. No fue mi intención interrumpir.
Estoy avergonzada y no sé qué decir.
—No, está bien. No estabas interrumpiendo nada.
Mentirosa, mentirosa. Mis bragas están ardiendo. Así como el resto de mí.
Benja interrumpió a Alfonso en el mismo momento que estaba a punto de acariciar mi botón de puta. Oh, maldición, la sincronización no podría haber sido peor.
—Quiero presentarte a Alfonso Henry. Este es Benjamin Donavon.
Ellos se miran fijamente el uno al otro por unos segundos y espero a que saquen sus pollas y comiencen una competencia de meadas. Wow. El silencio no es incómodo en absoluto.
Alfonso extiende su mano primero.
—Encantado de conocerte, Benjamin.
Benja toma su mano, pero no parece para nada contento de hacerlo.
—No reconozco tu nombre, pero tu rostro me es familiar. ¿Nos hemos conocido antes?
Alfonso libera su mano y sacude su cabeza.
—No lo creo.
Benjamin continúa estudiando a Alfonso.
—Estoy muy seguro que sí.
Alfonso frota su barbilla con su palma.
—Estuve en la cena de vinos de la Universidad. Debe ser eso.
—No, no es eso.
Alfonso se encoge de hombros y pone sus manos en sus bolsillos.
—No sé qué decirte, compañero.
Benjamin no hace ningún intento para esconder que él me quiero lejos de la oposición.
—Si ya terminaste, te acompañaré arriba.
No he terminado aquí. Ni de cerca.
—Umm, estaré arriba en un minuto.
Él no dice nada mientras lanza la puerta abierta con más fuerza de lo necesario.
Alfonso no espera a que la puerta cierre antes de atraer nuevamente su atención de Benjamin hacia mí.
—Ese tipo te quiere de una mala manera.
No quiero hablar de Benja. Quiero regresar a Alfonso deslizando su mano debajo de mi vestido, así que me muevo cerca y pongo mis brazos alrededor de sus hombros.
—¿En dónde estábamos?
Trae su boca a la mía y tira de mi labio inferior con sus dientes.
—Me quemaré espontáneamente si nos interrumpen otra vez. ¿Y si le hago justicia a mi promesa mañana cuando vengas al viñedo conmigo?
Quiero decirle que estoy dispuesta a tomar el riesgo, pero él tiene razón.
Explotaría al ser interrumpidos de nuevo.
—De acuerdo.
Me besa en la frente y es inesperado porque se siente afectuoso, en absoluto no como la relación acordada a la que estamos introduciéndonos.
—Estaré aquí para llevarte a las diez en punto.
—Esperare —dije sin aliento y excitada.
—No hay presión, pero mi calendario está libre hasta la noche del jueves. Me gustaría que te quedaras unos días en la viña conmigo. Estoy ansioso de dejar atrás nuestra extraña ansiedad para que podamos continuar con la diversión.
—Aún no he dicho que sí. —Esa soy yo haciéndome la difícil.
Él me acerca y susurra contra mi oído.
—Pero lo harás.
Es un engreído hijo de puta. Pero uno preciso. Aun así, no estoy lista para dejarlo entrar en ese pequeño secreto.
Quiero que trabaje por ello un poco más.
—Pensaré en ello.
—Y yo pensaré en ti hasta mañana. —Vuelve a besarme la frente y lo veo caminar hacia su auto.
Este hermoso hombre tiene un lado oscuro que me atrae, sin embargo, me hace querer correr. Nunca he estado más segura de nada en mi vida, y me pregunto cómo me permití ser atraída.
Cuando entro en el apartamento, Benja no está a la vista. Creo que está en su habitación evitándome, lo cual está bien. Me niego a sentirme culpable por tener una relación con alguien más. Nunca le di la ventaja de creer que había algo entre nosotros.
Entro al dormitorio y Aldana no está en casa, así que chequeo mi teléfono. Ella me mandó un mensaje haciéndome saber que se quedará donde Zac. Bien.
Espero que esta vez se quede toda la noche
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario