viernes, 6 de mayo de 2016

CAPITULO 42





Veo la mirada en los ojos de Alfonso y sé lo que está pensando: Mi madre es deplorable e infame. Y ha habido momentos en los que lo ha sido; ella no es perfecta. A decir verdad, ha sido una madre de mierda, pero es el único progenitor que tengo. Al menos ella ha estado allí... eso es más de lo que puedo decir del donante de esperma.


Tal vez debería lamentar el decirle este secreto que he mantenido durante quince años, pero no lo hago. Siento que se levanta una carga de mi corazón y mi alma.


Sólo una palabra describe lo que estoy experimentando: Paz.


Alfonso está agachado frente a mí, con las manos en las rodillas. Me deslizo hasta el borde de mi asiento y él envuelve sus brazos alrededor de mí. Es en este momento que me doy cuenta de algo: le puedo decir cualquier cosa a Alfonso. No hay ninguna pretensión de perfección entre nosotros. No necesito que él crea que lo tengo todo bajo control cuando no lo hago.


—Eso se sintió tan condenadamente bien.


—¿Qué cosa?


Estoy casi mareada por mi epifanía.


—Decirte lo que pasó con mi mamá y finalmente admitir el trabajo de mierda que ella hizo como madre antes de que se rehabilitara. No tenía idea de lo genial que se siente por fin decirle a alguien.


—Creo que por eso la terapia es tan altamente recomendable.


Ahí va él de nuevo con el consejo médico.


—Sí, Dr. Henry. Creo que podría estar en lo cierto respecto a eso.


—Siempre estoy en lo cierto respecto a todo.


Volvemos a la piscina después de terminar de comer y puedo decir que Alfonso está nervioso. Le aseguro que estoy bien, pero no quiere aventurarse más allá de las escalinatas, y nos sentamos escalonados en el agua conmigo entre sus piernas.


La presa que contiene todos mis secretos está rota y le digo cosas que pensé me llevaría a la tumba.


Alfonso escucha y habla poco. No estoy segura de si es porque no sabe cómo responder o si está demasiado preocupado por lo que está escuchando. No importa porque la reacción no es lo que necesito. Escuchar sí, y es una de las cosas que él hace muy bien.


En el momento en que termino de contarle a Alfonso mis historias de la infancia, el agua nos ha arrugado como pequeños ancianos. Sostengo en alto mi mano para examinarla.


—Creo que esto es una señal de que se nos pasó el tiempo para salir.


—Creo que tienes razón.


Una vez que nos secamos, envuelvo la toalla alrededor de mi cintura. Cuando estoy ajustándola, veo a Alfonso examinarme.


—¿Qué?


Deja caer la cabeza para mirarme por encima de sus gafas de sol.


—Espero que no hayas tomado mucho sol hoy. Estás un poco roja.


Miro mi hombro y halo a un lado el tirante de mi bikini. Oigo a Alfonso inhalar a través de sus dientes.


—Maldita sea, Paula. Me temo que eso te va a arder esta noche.


Alfonso no está rosado en lo más mínimo, así que muevo hacia abajo la parte superior de mi bikini para una inspección. No duele ni me parece quemado, pero no voy a ser capaz de decir nada hasta que estemos fuera del sol.


Nos detenemos en la cocina para dejar nuestros platos de comida y los ojos de la Sra. Porcelli se vuelven enormes cuando me ve.


—Oh, Paula querida. Hay una loción de aloe vera para después de tomar el sol en el botiquín cuando estés lista para eso. Tiene lidocaína en ella y eso debería ayudar con el dolor.


Oh, mierda. ¿Qué he hecho?


Vamos juntos al baño y me quito la toalla. Las cosas no están tan mal cuando me quito el bikini. Seguro, hay un claro contraste entre mi piel recién bañada por el sol y las líneas blancas de mi traje de baño, pero no es terrible.


Él está de pie detrás de mí inspeccionando los daños.


—Lo siento mucho. Debería haberme dado cuenta cuando comenzaste a quemarte.


—No te preocupes. No me quedo rosada por mucho tiempo. —No parece del todo convencido mientras evalúa mis hombros—. En serio, Alfonso. Ya lo verás. Esto estará de camino a volverse marrón por la mañana.


—Mientras tanto, ¿por qué no tomas una ducha fría? Eso debería ayudar, y te daré un masaje con la loción cuando salgas.


¿Un masaje por Alfonso? Estar quemada por el sol está sonando cada vez mejor.

—Eso suena perfecto.


Él tiene razón. La ducha fría se siente muy bien. Me doy cuenta de que mis hombros están un poco sensibles al agua que cae rápidamente sobre ellos, pero no es nada demasiado incómodo.


Cuando termino la ducha, me seco la piel con toques ligeros y salgo para encontrar a Alfonso esperándome con un frasco de loción de aloe vera. Él lo sostiene en alto y lo sacude mientras sonríe.


—¿Quieres que lo haga contigo aquí de pie, o prefieres que lo haga contigo acostada en la cama?


Hmm, suena pervertido.


—No sé. Ambas opciones suenan atractivas.


—Yo voto por la cama.


—Entonces, la cama será.


—Toma. La Sra. Porcelli envió esto para ti. —Me tiende dos pastillas en la palma de su mano—. No es más que ibuprofeno para ayudar con el malestar.


—Pero no me duele.


—Lo hará, así que por favor toma el medicamento. No quiero que tengas dolor.


Tomo las pastillas y el vaso de agua que ofrece. Soy terrible para tragar pastillas ya que he hecho un hábito el evitarlas. Estas no son grandes, así que me las arreglo para tragarlas, pero no sin algún gorgoteo poco atractivo. Cuando termino, le paso el vaso de nuevo a él.


—¿Feliz ahora, Dr. Henry?


—Mucho.


Retuerzo la toalla alrededor de mi cabello antes de subirme a la cama para acostarme boca abajo para mi cuidado posterior a la exposición al sol. Apoyo los brazos sobre mi cabeza y siento la cama hundirse cuando Alfonso se sube.


—Esto puede estar un poco fresco, pero va a sentirse bien.


Él echa un chorro directamente en mi espalda y me arqueo.


—¡Mierda, eso está frío! —chillo.


—En realidad no. Se siente así porque tu piel está febril.


Frota la fresca loción en mi piel y es muy relajante. Todo mi cuerpo se queda laxo mientras disfruto lo que se siente más como un masaje que como una aplicación de loción luego de una quemadura de sol.


Estoy tan relajada, que estoy casi dormida cuando escucho “Jolene” sonando en mi teléfono. Mis ojos se abren de golpe y siento a Alfonso dejar mi espalda.


—Lo traeré para ti.


Me pasa mi teléfono.


—Hola, mamá.


—Pau, he estado llamándote durante horas. ¿No has revisado tu teléfono?


Ella parece aterrada, lo que me aterra a mí, y lo primero que pienso es que algo le ha sucedido a la abuela o al abuelo. Me incorporo en el medio de la cama, preparándome para oír lo peor.


—¿Qué ha pasado, mamá?


—No puedo creer que no te hayas enterado. Ha estado en todas las noticias.


Bueno, no les ha pasado nada a mis abuelos así que cambio a mi modo de exasperación.


—Mamá, ¿qué está pasando?


—Javier Beckett murió hoy en un accidente de esquí.


Debería haber sabido que esto de alguna manera implicaba al donante de esperma.


—¿Y por qué esta es una noticia de emergencia para mí?


—Porque era tu hermano, Pau.


—A quien nunca he conocido.


—Él era el hijo de tu padre.


—De nuevo, a quien nunca he conocido. —¿Soy la única oyendo el denominador común en esta lista?


—Tienes que volver a casa.


Por el amor de Dios.


—Esta no es una razón para que vuelva a casa.


—Tienes que presentar tus condolencias, Pau. —Oh, demonios. Esto es acerca de involucrarme con el donante de esperma. ¿Qué cree que va a pasar? ¿Él repentinamente me va a querer en su vida ahora que ha perdido a su único hijo?


Me doy cuenta de que estoy completamente desnuda y hablando con mi mamá acerca de la muerte del hijo de mi donante de esperma cuando Alfonso me ofrece una de sus camisetas. Articulo un gracias hacia él y deslizo la camisa sobre mi cabeza mientras mi mamá parlotea sin sentido acerca de la necesidad de estar con la familia en momentos como éste.


—Compartimos el ADN, pero no soy parte de su familia. No me reconocerían si nos cruzáramos en la calle.


—Tu padre va a querer conocerte.


Dejé de fantasear acerca de él queriendo conocerme hace mucho tiempo, pero ella nunca lo ha hecho. Tengo casi veinte y tres años y ella todavía está esperando algo... no sé qué. Tal vez piensa que él querrá conocer a su hija y que eso lo conducirá de nuevo hacia ella.


—Lo siento, mamá. No voy a volver a casa por esto.


—Creo que estás cometiendo un error.


—Si lo estoy, entonces seré la que tenga que vivir con ello. 
—De todos modos, yo siempre había sido la que tenía que vivir con los errores de ambas, así que estaba acostumbrada.


Ella no está feliz conmigo cuando finalizo nuestra llamada y eso me hace sentir inquieta, aunque sé que estoy tomando una decisión lógica. Entre nosotras dos, alguien tiene que ser racional y no puedo depender de que sea ella. No es bien conocida por tomar las mejores decisiones cuando se trata de mi padre.


—Asumo que hay problemas en la casa.


Sí, pero sólo los que mi mamá está haciendo para mí.


—El hijo de mi padre murió en un accidente de esquí de nieve.


—Lo siento.


—Es un medio hermano que nunca he conocido y mi mamá está actuando como si yo debiera estar de luto. Demonios, cuando dijo su nombre, me tomó un minuto para darme cuenta de quién estaba hablando. Es un extraño para mí. Lo siento por la pérdida de su familia, pero yo no siento nada más. ¿Eso es malo?


—No, Paula. No estás equivocada por la forma en que te sientes. Por favor, no dejes que tu mamá te haga sentir culpable.


Estoy segura de que él piensa que es una madre terrible después de todo lo que ha aprendido hoy sobre ella.


—Ahora debes pensar incluso peor de mi mamá.


—Hoy no está en la lista de los diez mejores de mis favoritas. Tú, sin embargo, tienes la posición número uno. —Me acerca para besar la parte superior de mi cabeza. Me encanta la forma en que hace que mis preocupaciones desaparezcan.


¿Cómo puede ser esto? Este hombre, casi un desconocido, me reconforta y hace que sea fácil para mí desnudarle mi alma. Mientras me pregunto cómo es posible, sé la respuesta. No tengo que proteger mi corazón con Alfonso


Estoy a salvo con él. Y eso es agradable.






No hay comentarios:

Publicar un comentario