viernes, 29 de abril de 2016

CAPITULO 19




Cuando despierto a la mañana siguiente, me siento muy descansado y sé que es por el sexo genial. Para mí esto siempre es como una pastilla para dormir.


Chiara está durmiendo sobre su estómago, la sabana arrugada debajo de su perfecto trasero. No puedo evitarlo pero estudio el arco de su espalda. A algunos hombres les encantan los traseros. A algunos, las tetas. Yo amo la curvatura de la espalda una mujer, especialmente la parte baja de la cintura donde ésta se hunde.


Y el hundimiento de Chiara es hermoso. Es tan profundo que podría beber de él.


Tal vez lo haré algún día.


Alejo la sábana de modo que pueda ver mejor la inclinación de su espalda. Estoy aliviado cuando no encuentro ningún tatuaje en mi lugar favorito porque me arruina la belleza de esto. No creo que tenga ningún tatuaje, y la única perforación que he encontrado aparte de sus orejas es el pendiente enjoyado de su ombligo. Ese no me importa en absoluto.


No puedo resistirme a poner las puntas de mis dedos contra la parte superior de su espalda y seguir lentamente su columna vertebral hacia abajo. Su piel es tan suave y lisa. 


Tan perfecta. Y no puedo esperar a tenerla desde atrás.


Ella se agita un poco así que levanto las puntas de mis dedos porque no quiero despertarla. Coloco un beso mariposa contra su piel en su parte baja de su espalda y entonces la dejo dormir.


Agarro el periódico y me tomo mi primera taza de café en la barra de la cocina.


Nada de mucho interés en los titulares: en su mayoría gangas navideñas de última hora.


La Navidad es en dos días. Sonrío cuando pienso en la entrega que Chiara recibirá de mi parte mientras estoy en casa de mis padres en Sydney. Me entristece un poco que no esté con ella cuando lo abra. Me encantaría ver su expresión.


Estoy en mi segunda taza de café cuando Chiara se escabulle detrás de mí. Roba mi modo de actuar cuando sus brazos serpentean alrededor de mi cintura y besa un lado de mi cuello. Sus labios son cálidos y húmedos contra mi piel.


—Buenos días.


Volteo mi rostro hacia ella y beso la esquina de su boca.


—Y buenos días a ti. ¿Quieres un poco de café?


Ella inspecciona mi taza.


—Hmm… creo que no. Sólo bebo café saborizado con un montón de crema y edulcorante. Termina siendo un postre para el momento en que puedo agregarle todo lo que me gusta. Tomaré un poco de jugo si tienes alguno.


—Tengo zumo de naranja.


Camina alrededor de la barra y va hacia el gabinete por encima del lavavajillas.


—¿Vasos?


Casi adivina correctamente.


—El de la derecha.


—¿Has desayunado?


—No, quería esperarte para que pudiéramos comer juntos.


Ella se mueve despreocupadamente hacia la nevera y hace inventario. Está usando la camisa caqui que me quité y arrojé al piso anoche. Le llega a lo alto de sus muslos y cuando ella se inclina para ver qué hay en la repisa inferior de la nevera, veo el encaje negro de sus bragas sobresaliendo justo por debajo del dobladillo.


Me encanta tener a una mujer en mi vida de nuevo.


—La Sra. Porcelli abasteció bien el refrigerador antes de irse. ¿Quieres que cocine algo?


No quiero que crea que la traje aquí para ser mi cocinera o mi ama de llaves.


—No me importa comer pan o cereales.


—No soy chef gourmet como tu hermana. —Se endereza con la puerta abierta, buscando por otro minuto mientras se toma un sorbo de su jugo—. ¿Y qué hay de un sándwich de huevo y tocino?


—Un sándwich para el desayuno suena bien.


—Un sándwich para el desayuno —repite ella (con su acento sureño que encuentro encantador) mientras saca el tocino y los huevos y se pone a trabajar.


No le toma mucho tiempo preparar nuestro desayuno y hasta ahora, todo va bien.


Estamos terminando cuando oigo mi teléfono sonando en la sala de estar. Me apresuro a tomarlo antes de que deje de sonar.


Es mi mamá. No respondería salvo que sé que ella seguiría llamando hasta que me consiga. No hemos hablado en varios días, así que estoy seguro de que está llamando para ultimar los planes para la Víspera de Navidad.


—Hola, mamá.


—Buenos días, Pedro. ¿Cómo está todo en Avalon?


—Las cosas no podrían estar mejor.


—Eso es bueno, ¿eh?


Camino dentro de la cocina y Chiara está limpiando los platos de nuestro desayuno. Me acerco a ella y le susurro:
—No. Yo lo hare. Tú cocinaste.


—¿A quién le estás hablando? —Maldita sea. Mi mamá tiene oídos supersónicos.


Es por eso que nunca me salía con la mía cuando niño.


—Tengo un invitado.


—¿Una invitada femenina?


Ella va a amar esto.


—Sí, mama. Es una mujer.


—Ella debe haber pasado la noche si se encuentra en tu casa a esta hora de la mañana. No puedo creer que tengas una novia y no me lo has dicho. ¿Vas a traerla a casa contigo para Navidad?


—No.


—Quiero conocerla, hijo


Por supuesto que quiere.


—No es este tipo de relación.


La oigo resoplar. ¿En serio? Mi mamá me resopló.


—Y nunca lo será si dices eso en frente de ella.


—Ella entiende. —Eres tú quien no entiende.


—Créeme. No lo hace.


Intento encaminarla en una dirección diferente.


—Pensaba que estabas llamándome para ponerte en contacto conmigo acerca de tus planes para las vacaciones.


—Es cierto. Todos estarán aquí alrededor de las cinco, y comeremos a las seis.


No tiene que decírmelo. Es lo mismo cada año.


—Está bien, mamá. Te veré entonces.


—Por favor, considera traerla. Me haría muy feliz. —Error. Lo que ella y yo estamos haciendo no te haría feliz en absoluto.


—No.


—Rompes mi corazón, pero sigo amándote, hijo. Ten cuidado al conducir.


—Lo haré. También te amo.


Cuando cuelgo, siento que tengo la necesidad de disculparme con Chiara por hablar acerca de ella mientras está justo frente a mí.


—Lo siento por eso.


Se encoge de hombros.


—No hay nada de qué disculparse.


La doña piensa que es una tragedia tener casi treinta y estar soltero y sin ningún partido. Ella quiere casarme con una esposa que comenzaría a producir bebés antes de nuestro primer aniversario, como hizo la esposa de mi hermano.


No. Va. A. Suceder. El infierno se congelará primero.


Ayudo a terminar de limpiar los platos y luego somos libres.


—Voy a hacer ejercicio. ¿Quieres unirte a mí?


Ella frunce el ceño y encoge los hombros.


—No traje el tipo correcto de zapatos o ropa para hacer ejercicio. Además, no tienes el tipo de equipos para lo que hago, así que creo que tomaré una ducha y me alistaré.


—Bien, pero voy a hacer que instalen un tubo en el gimnasio. —O tal vez el dormitorio. No lo he decidido.


Ella sonríe y descarta mi declaración agitando su mano mientras camina hacia el dormitorio.


—Sí, sí. Lo que sea.


Cree que estoy bromeando, pero verá que no es así.


El tiempo pasa rápidamente mientras me ejercito; no puedo dejar de reproducir las últimas veinte horas en mi cabeza. Chiara es tan diferente de las demás, pero en las maneras más espectaculares.







No hay comentarios:

Publicar un comentario