martes, 26 de abril de 2016
CAPITULO 8
Es un domingo perezoso así que pasamos el rato en el apartamento después de hartarnos de quiche y Mimosas.
Benjamin es testarudo el resto del día, su actitud sugiere que no está contento con la idea de mi nuevo amigo. Él no me habla en todo el día, pero está bien. Podría quedarme con él, pero no le debo nada. Y su comportamiento está haciendo mucho más fácil el no sentirme culpable por salir con otro hombre esta noche.
Son las seis y decido empezar a prepararme para salir con Alfonso. Aldana quiere que llegue tarde, pero si llego tarde, no será porque no estaba lista a tiempo.
Salto a la ducha y me depilo las piernas y las axilas dos veces, por si acaso, en caso de qué, no lo sé. Me aplico maquillaje mientras estoy con una toalla envuelta alrededor de mi cabello y una alrededor de mi cuerpo. Decido ir con ojos ahumados, el bochorno va a ir bien con el vestido sensual y los tacones altos que Aldana ha elegido para mí.
Faltan veinte minutos para las ocho y me paro frente al espejo estudiando el resultado final. Hmm, no está mal, si se me permite decirlo de mí misma. Los ojos de ahumados y los labios escarlata sin duda van a llamar su atención, pero mi peinado alto hace que mi espalda desnuda llame a ser tocada, y muy posiblemente, besada. Nunca me he sentido tan seductora en toda mi vida —o tanto como una prostituta— porque sé por qué voy a ir.
Aldana me examina y me ordena que dé una vuelta.
—Paula, estás que echas humo.
Ella es mi mejor amiga, así que es su trabajo decir cosas así.
—Es el vestido.
—Por supuesto que no, no lo es. Es todo tú, y él lo sabrá cuando te quite ese vestido de encima.
Alguien esta terriblemente ansiosa para que logre llevarme bien con este chico.
—Él no está desnudándome esta noche. Solo voy a hablar.
Ella agarró mis manos y me miró como si fuera a darme un aviso serio. Me preparé porque esto no era algo que esperaría de ella.
—Escúchame, Chaves. La mejor manera de superar a alguien es ponerse debajo de alguien más.
Bien su récord es impecable. Ella todavía sopla en mi mente con profundos y filosóficos consejos. Me río cuando oigo el claxon del taxi llamándome.
—El taxi está aquí.
Ella me abraza antes de que me vaya.
—Pasa un buen rato. Escríbeme si ves que llegarás tarde y así no estaré preocupada.
—Sí, mamá.
Es incómodo, pero miro donde Benja está sentado en el sofá. Él no hace un movimiento, ni siquiera para mirar en mi dirección, por lo que salgo sin hablar con él. Probablemente es mejor así.
Es un viaje corto hasta el hotel y además estoy hiperventilando al tiempo que camino hacia la anfitriona.
—He quedado con alguien.
—¿Nombre?
Sonrió mientras digo “Alfonso”. Es ridículo que me sienta como si hubiese ganado algún tipo de batalla sabiendo su
nombre. Paula uno, Alfonso cero.
Ella no parece contenta con mi llegada.
—Oh sí. Dijo que podría haber un invitado que se uniese a él. Por aquí. —Ella me guía hacia una mesa para dos en la misma poco iluminada esquina que ocupamos la noche pasada. Mientras caminaba a su lado, él levanta la mirada del menú. Su mirada sigue mi cuerpo desde mis pies hasta mis ojos. Sonríe.
No puedo esperar a ver su reacción a la parte trasera de este vestido.
Se levanta y camina alrededor para retirar la silla para mí, justo como hizo la tarde anterior.
—No sabía si ibas a... —Se calla y sé que está prestando toda su atención al dorso, o la falta de este, de mi vestido. Se aclara su voz—. No sabía si ibas a venir o no.
Sí, creo que le gusta el vestido.
—No tenía intención de venir, pero aquí estoy de todos modos.
—Me alegro de que lo hicieras. Luces adorable.
—Gracias, Alfonso. —Sus brillantes ojos azules se traban con los míos y le doy una sonrisa presumida, permitiéndole sabes lo contenta de haber ganado.
La sonrisa que me devuelve es complaciente.
—¿Te gustó el Sauvignon Blanc de la última noche?
—Me gustó.
—¿Te gustaría probarlo otra vez o quieres otra cosa?
Me encogí de hombros.
—Eso está bien.
Él ordenó nuestro vino y se sentó de nuevo en su silla, pareciendo satisfecho consigo mismo.
—Asumo que estas aquí para discutir mi proposición.
Me siento derecha cuando me doy cuenta de que me estoy encorvando. No puedo mostrar ningún signo de debilidad si quiero mantener mi ventaja.
—Eso parece.
—Pregúntame cualquier cosa. —Él es tan hermoso y seguro. Maldita sea, es desconcertante
Entrelazo mis dedos y apoyo los codos sobre la mesa. Sí, sé que eso es considerado y rudo en la cena, pero me gusta la seguridad que me da.
—No tienes reparos en pedirme que haga esto. Asumo que ya has hecho esto antes.
—Sí, pero nunca para más de tres o cuatro semanas. Tres meses sería nuevo para mí, pero estoy entusiasmado por probar algo diferente.
Estoy ansiosa por señalar que ya ha intentado algo nuevo al renunciar a una de sus más grandes estipulaciones por mí.
—Me dijiste tu nombre, por lo que es diferente. ¿Significa esto que tu asunto con ser anónimo ha cambiado?
Él tomó un gran sorbo de vino.
—Alfonso no es mi nombre real. Necesitabas algo para llamarme, así que ese es el que elegí.
—Oh. —Siento mi tonta esperanza juvenil desinflarse—. ¿Cuántas veces has hecho esto? —Podría estar en los cien. O pero, quizás no tenga ni idea.
—¿Es realmente importa? —Está estancado, por lo que conocer el número se vuelve crucial para mí en este punto puede hacer una diferencia en el significado.
—Es importante para mí.
Él arruga su frente y creo que está haciendo los cálculos en su cabeza.
—Creo que ha habido doce.
Admito que doce es bastante menos de lo que había imaginado, ¿pero él tiene que adivinarlo?
—No estamos hablando de ciento doce, por tanto ¿es realmente tan difícil estar seguro? ¿Cuándo empezaste a
hacer esto?
—La primera vez fue cuatro años atrás. Lo hice por capricho y me gustó.
Funciona para mí, por tanto no he tenido ningún otro tipo de relación desde entonces.
Doce mujeres en cuatro años. Eso no era horrible.
—¿Y no les dijiste a ninguna de esas mujeres quién eras?
—No.
Aquí viene la grande.
—¿Siempre tienes sexo con las mujeres con la que acuerdas una relación como ésta?
—Sí.
Eso era lo que esperaba que dijese, pero oyéndole admitirlo me daba una prueba de la realidad. Sería añadida a la lista ocupada por las doce otras antes que yo.
Él ve la realidad de todo eso registrándose en mi cabeza.
—No pienses en las otras. Yo no lo hago.
Y él no pensaría en mí tres meses a partir de ahora cuando pasase a la siguiente mujer. Estoy sorprendida de cómo me molestó eso.
—No sé si estoy hecha para esto.
Él me alcanza a través de la mesa y pone sus manos encima de las mías.
—Yo no me sentiré como un extraño para ti mucho tiempo. Me conocerás rápidamente. Y será el yo real, incluso si no sabes mi nombre.
Estoy atraída por este hombre, pero no estoy segura de que pueda sentirme suficientemente a gusto para tener sexo con él cuando no sé su nombre.
—Te sorprenderías cuán rápido nuestra relación progresara cuando no haya estúpidas pretensiones. Estaremos juntos sabiendo lo que las expectaciones del otro son, lo que lo hará más fácil, más relajado. Nuestro tiempo juntos es mucho más divertido a causa de que nuestras única motivación es divertirnos con la compañía mutua. No hay presión y es... fantástico.
Imagino que no hay ninguna presión cuando él sabe que soy algo seguro.
—¿Estas en control de la natalidad?
Maldita sea, no es un disparate y no duda en conseguir el derecho a trabajar, aunque no he aceptado nada de esto.
—Por supuesto.
Él sonríe.
—Bien. Seguiremos usando condones. Estoy más cómodo con dos formas de control de natalidad desde que ninguno de ellos tiene un cien por cien de eficacia. No quiero dejarte aquí con mi crío en tu vientre.
Maldita sea, es presuntuoso.
Como la hija de una mujer soltera, ni quiero ni necesito un niño. Cojo un rigor al pensar en eso.
—Definitivamente no.
Sexo casual. ¿Puedo hacerlo? Al menos cuando estaba durmiendo con Fernando, pensaba que le quería. Tan hermoso como es él, no sé si puedo intimar con Alfonso cuando no siento amor por él. Infiernos, ni siquiera lo conozco, pero él dice que lo haré. Y pronto, al parecer.
—¿Es difícil terminar la relación cuando se acaba?
Pero nosotros no estaríamos juntos durante tres o cuatro semanas como sus otras relaciones. Estaríamos juntos durante tres meses. Eso parece como una gran diferencia para mí, ¿pero qué se yo?
—¿Entonces, en todo ese tiempo, no conocería a tus amigos o tu familia?
—No. Conociendo a esas personas que están cerca de mí es demasiado complicado. Sería imposible para ti conocerlos sin aprender quien soy, y no quiero la tarea de mentirles sobre lo que somos.
—Entonces, ellos nunca sabrían que yo existo. Por supuesto, eso tiene sentido. — Tragué duro. ¿Estaba pensando realmente en acordar toda esta total locura?
¿Convertirme en el secreto de alguien más? ¿No he jugado esa parte ya bastante?
—¿Estás aceptando? Porque eso suena como si lo estuvieras. —Sus intensos ojos azules ardían sin llama, rogándome para decir que seré suya por los próximos tres meses.
—No estoy diciendo que sí, aún.
—Pero no estás diciendo que no.
Él no quiere que esto esté mal.
—Lo único que estoy de acuerdo en hacer es pasar tiempo contigo. Vamos a ver cómo van las cosas a partir de ahí.
Él sonreía de alegría.
—Necesito algo para llamarte, además de Yankie o chica americana.
Si no sé su nombre real, él no merece saber el mío. Intento pensar, pero es difícil llegar a un alias por el que me gustaría ser llamado por los próximos tres meses.
—Chiara Beckett
Él alcanza a través de la mesa y acaricia mis dedos con los suyos, encendiendo un enjambre de mariposas bajo en mis entrañas.
—Es un placer conocerte, Chiara Beckett.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario