domingo, 5 de junio de 2016
CAPITULO 139
Aún está oscuro cuando abro mis ojos, así que sé que no dormí mucho. El reloj marca un brillante 3:39 en la negrura a mí alrededor y me inclino para encontrar el lado de la cama de Pedro Henry vacío.
Hombre inteligente.
No debería importarme donde ha decidido pasar la noche, pero me importa, así que salgo de la cama y lo voy a buscar.
No lo encuentro en las habitaciones de los invitados, así que voy al living y él está durmiendo en una posición sentada en el sillón con un vaso de líquido ámbar oscuro en su mano.
Hay un hielo fresco en su vaso, así que sé que no ha estado durmiendo por mucho.
No es usual que pueda observar su figura mientras duerme, pero llego a la misma conclusión cada vez: Es el hombre más hermoso que he conocido. Y lo amo tanto que duele.
Se mueve en su sueño y su bebida se inclina al costado, causando que un poco se caiga en su pierna. Me inclino para tomarlo de su mano y se despierta sobresaltado.
Desenredo sus dedos del vaso.
—Puedes soltarlo. Lo tengo.
Me mira con ojos borrosos y me doy cuenta de que está completamente ebrio cuando se inclina para tomarme de la cintura un poco demasiado fuerte. Se inclina hacia delante y presiona su cabeza en mi estómago, causando que deba inclinarme hacia atrás para mantener mi equilibro.
—Te amo, Paula. Por favor, no me dejes. Demonios, moriré si lo haces.
Lo amo, y no quiero irme, pero ¿cómo puedo quedarme con un hombre que me miente en la cara como él lo hizo? Le pregunté si había estado con otra mujer y me dijo que no había estado dentro de otra desde mí. Le di la oportunidad perfecta para confesarse. Hubiera dolido, pero eventualmente lo hubiera superado. Al menos hubiera sido la verdad. Él sabe lo mucho que odio las mentiras.
Corro mis dedos por su oscuro cabello.
—Hablaremos de esto mañana cuando no estés destruido.
Aún me está sosteniendo, pero toma mi franela y la levanta para desnudar mi estómago.
—Ya puedo verte con un bebé en camino.
Oh, Dios. ¿Por qué tiene que decir cosas como estas ahora mismo?
—Estás borracho y necesitas dormir para recomponerte.
Él pone su dedo bajo mi ombligo.
—Quiero jodidamente casarme contigo y luego quiero poner un bebé dentro tuyo tan pronto como me dejes. —Pone su dedo bajo mi piercing y lo levanta—. Pero no sé qué pasará con esta joyita una vez que crezca tu barriga.
Me pone eufórica oírlo hablar sobre matrimonio y bebés, pero luego recuerdo por qué está borracho y diciendo esas cosas.
—Sé un buen chico y acuéstate en el sofá.
—No quiero dormir aquí. Quiero estar en nuestra cama contigo.
—¡No! Estoy furiosa contigo. No dormirás junto a mí como si nada hubiese pasado.
Me empuja más cerca y tropiezo de nuevo.
—Por favor, Paula, déjame ir a la cama. No quiero dormir lejos de ti.
—No.
Pone el lado de su cara contra mi estómago.
—Te lo suplico, nena. No me hagas dormir aquí sin ti.
¡Mierda! Estoy exhausta y no tengo la fuerza para discutir o luchar con él, así que concedo.
—Puedes venir a la cama pero que ni se te ocurra atreverte a tocarme.
—No lo haré —promete—. Sólo quiero dormir junto a ti.
Suelta mi mano y está inestable al pararse, así que lo tomo para enderezarlo.
—¿Estás bien?
—Sip.
Esta alcoholizado y se sentirá como la mierda mañana. Se lo merece.
—Vamos. —Nuestros roles se han invertido. Yo era la inestable más temprano, pero ahora lo estoy guiando por el pasillo a nuestra habitación.
Quito las cobijas de su lado para que suba. Se trepa y sus ojos están cerrados cuando dice.
—Te amo, Paula.
Me duele lo que ha hecho, y aunque lo amo, no puedo responder esas palabras.
Trepo a mi lado y ya lo oigo roncando. Es increíble, pero luego de estar separados por tres meses, ni siquiera puedo odiar ese molesto sonido.
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