viernes, 3 de junio de 2016
CAPITULO 134
Pedro Henry aparca frente a la casa de sus padres, y yo estoy inquieta. No sé por qué, pero mi corazón está golpeando un millón de latidos por minuto.
—¿Por qué estoy nerviosa?
—No lo sé, pero yo también. Se siente raro, ¿no?
—Totalmente.
Él mira a los autos en la calzada.
—Todo el mundo está aquí. ¿Estás lista para hacer tu aparición sorpresa?
Me encojo de hombros.
—Creo que estoy tan lista como nunca lo estaré.
Él se inclina y acuna mi rostro con sus manos antes de besarme. Es tan suave y dulce que siento que flotaría si no estuviera sosteniéndome.
—No te preocupes. Te quieren y van a estar encantados por nosotros.
—Lo sé. No estoy preocupada. Creo que emocionada es una palabra mejor.
—Estoy de acuerdo. Vamos. Vamos a hacer la vida de Margarita Alfonso completa.
Pedro Henry llama a la puerta pero no espera a que nadie responda antes de que la abra. Me hace pasar primero y permanecemos en el vestíbulo.
—¿Mamá? ¿Papá?
—En la sala de estar —oigo gritar a Henry.
Él me aprieta la mano.
—Vamos a hacer esto.
La escena en la sala de estar es una visión surrealista de cómo sería la vida con esta familia. Henry está sentado en su sillón reclinable. Ernesto está en el suelo con las niñas y el nuevo bebé, Aidan. Las mujeres están ausentes y asumo que están en la cocina terminando la cena. Celia chilla con alegría cuando me ve:
—¡Pau-la! —Me encanta la forma en la que dice mi nombre y estoy tan contenta de que me recuerde.
Ella corre por el suelo y me agacho para cogerla en brazos.
—Hey, niñita. Mírate y cuánto has crecido.
—¿Dónde has estado? —me pregunta cómo sólo un niño puede.
—Tuve que ir a mi casa por un tiempo, pero estoy de vuelta y voy a estar aquí de ahora en adelante.
Ella aplaude y grita:
—¡Yuju!
Mila da algunos pasos para entrar un poco en acción y sé que Pedro Henry está teniendo un ataque para meterme en la cocina, pero no puedo resistir cogerla por un minuto.
—Y mírate a ti. Has crecido mucho y estás caminando ahora. —Ella me mira a la cara y la toca con la mano pegajosa. Sé que no me recuerda, pero parece que vamos a ser buenas amigas de nuevo.
—Bebé —dice mientras señala a Aidan en la manta en el suelo y se menea para bajar.
—Veo a tu nuevo hermanito —le digo mientras la pongo de vuelta en el suelo.
Ernesto se levanta con Aidan y viene a abrazarme y tengo mi primer buen vistazo al bebé. Tiene la cabeza llena de rizos oscuros y puedo ver fácilmente que sus ojos son de un color azul grisáceo como los de Ernesto, en lugar de los marrones de Emma.
—Veo que tenemos otro hombre guapo Alfonso.
Ernesto lo sostiene extendiéndomelo.
—Lo tenemos. Tiene diez semanas de edad. —Lo llevo en mis brazos y huele tan bien, esa pequeña fragancia dulce que sólo un bebé tiene.
Henry se levanta de su silla y me abraza mientras sostengo a Aidan.
—No teníamos idea de que habías vuelto.
Después abraza a Pedro Henry.
—Lo sé, papá. Queríamos que su regreso fuera una sorpresa para mamá.
—Lo será sin duda y probablemente no podría haber llegado en un mejor momento. Ella está cerca de darse por vencida contigo, señorita.
Siento que tengo que explicar mi ausencia.
—Tenía algunas cosas de las que hacerme cargo antes de que pudiera liberarme para volver, pero está todo aclarado ahora.
—Fuera lo que fuera no importa ahora. Por favor, no pierdas ni un segundo más aquí con nosotros. Quiero que Margarita te vea. Va a estar encantada.
Le paso de vuelta Aidan a Ernesto y caminamos a la cocina con Henry por delante nuestro.
—Margarita, Pedro está aquí y espero que hayas preparado lo suficiente como para una invitado de más. Trajo compañía.
Ella está de pie delante del fregadero lavándose las manos.
Coge un paño de cocina.
—Henry, siempre cocino más de lo que necesitamos. Por supuesto, he... —Ella se interrumpe cuando me ve—. ¡Paula! —dice y deja caer el paño y se apresura hacia mí. Pone sus brazos a mí alrededor y me aprieta con fuerza mientras planta un beso en mi mejilla—. Estás aquí. Por fin. Casi había decidido que no ibas a venir.
—Me tomó un poco más de lo que me gustó, pero lo hice.
Me suelta para que pueda ver mi cara.
—¿Es esta una visita?
—No. Estoy aquí para quedarme. —Se siente bien decir las palabras.
—Por lo tanto, ¿ahora ya es oficial? ¿Por fin te lo pidió de la forma en la que debería haberlo hecho hace meses y estás comprometida para casarte? —Ella toma mi mano izquierda y la levanta para echar un vistazo. Alcanza las gafas en la parte superior de su cabeza y las empuja en su nariz—. Un diamante de talla cojín con un empedrado halo en platino. Mi chico hizo bien.
—Tu chico hizo excelente. Su gusto es impecable. —Estoy muy contenta de que el mostrara cierta moderación al elegir mi anillo. Todos sabemos que podría haber comprado un diamante del tamaño de mi cabeza, pero sabía que eso no sería yo—. Su elección es perfecta y no podía adaptarse mejor que si lo hubiera elegido yo.
Emma y Chloe me abrazan y miran mi anillo mientras que Margaret me interroga.
—¿Han elegido una fecha?
—Todavía no, pero vamos a mantenerla pequeña y queremos hacerla pronto, así que estábamos esperando que podríamos depender de todos ustedes para ayudar a planearla. —Veo la alegría en su rostro.
—Por supuesto, ayudaremos. ¿Cómo de pronto es pronto?
Nos miramos el uno al otro y nos encogemos de hombros porque no hemos llegado tan lejos. Creo que él tiene una idea en la cabeza, pero tiene miedo de decirla, así que hablo.
—Sé que seis semanas sería presionarla, pero tal vez se podría lograr ya que va a ser pequeña.
Él me frunce el ceño.
—Esas son cinco semanas más de lo que tenía planeado.
Chloe le da un puñetazo en el brazo.
—No creo que podamos organizar una boda en una semana a menos que sea en el juzgado, tonto.
—Estoy bien con eso.
Margarita alza sus manos.
—Bueno, yo no y supongo que a Paula tampoco lo está.
—Paula, tienes que dejar que ayude a organizar el catering —ofrece Chloe—. Tengo todo tipo de ideas nuevas e innovadoras para probar.
—Absolutamente, Chloe. Yo no pensaba intentar hacerlo sin tu ayuda. —Y es la verdad. No tengo ni idea de dónde empezaría.
—¿Te importaría si organizo una cena para el próximo fin de semana? — interviene Margarita—. ¿Sólo unos pocos amigos y familiares para celebrar?
Pedro Henry no me deja contestar.
—Deberíamos haberlo hecho en Las Vegas cuando estuvimos allí.
Su madre gira alrededor de él.
—Te hubiera matado si lo hubierais hecho. Quiero ver a mi hijo casarse.
—Lo sé, mamá. —Se está riendo mientras la codea. Me encanta su relación, no es como nada que he visto antes—. Estaba bromeando. Y la cena está bien para mí si está bien para Paula.
No tengo ninguna objeción.
—Por supuesto que está bien. Tengo que empezar a conocer a tus amigos y familiares.
—¿Podemos ir de compras por tu vestido mañana? —pregunta Emma—. Realmente no se puede planificar nada hasta que no lo tengas debido a que todo gira en torno a su estilo.
Estoy segura de que opciones de vestidos en Wagga Wagga serán limitadas, e ir de compras en Sydney suena divertido.
—Claro. Me encantaría. —Siempre he pensado que comprar el vestido de boda sería algo que haría con mi mamá, pero con toda sinceridad, creo que estaría más decepcionada si mi futura suegra no viniera para ayudarme a tomar mi decisión—. ¿Vendrás con nosotras, Margarita? Realmente me encantaría que me ayudaras a elegir.
—Por supuesto. No me lo perdería por nada del mundo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario