viernes, 20 de mayo de 2016

CAPITULO 87




Aparqué el Sunset en el garaje y encontré a la Sra. Porcelli en la cocina.


—Sr. Alfonso, es bueno verlo de regreso. ¿Confío en que la visita con su familia fuera bien?


Esperaba haber ido a Sydney por una visita casual, pero no fue eso lo que me envió allí. Fui por razones completamente diferentes que no deseaba discutir, así que mentí.


—Sí, todos están bien y tuve una linda visita.


—Oh, eso es bueno. Puedo hacerle algo de comer si tiene hambre.


—Gracias, pero no será necesario. Me detuve en un pequeño café hace un par de horas.


Mientras salía, la Sra. Porcelli me llamó.


—¿Sr. Alfonso?


Me giré y vi la mirada de incertidumbre en los ojos de mi ama de llaves, como si estuviera buscando las palabras correctas para decirme.


—¿Sí?


Está retorciendo sus manos como si estuviera nerviosa. Mi curiosidad picó.


—No sé si debería decirle algo, pero he decidido que tiene derecho a saber.


Esperé porque me diera más explicación, pero no me la dio. 


Fuera lo que fuera, no quería decirme.


—¿Qué es?


—Estaba limpiando su habitación y encontré algo de Paula bajo su cama. Lo puse en su mesita de noche porque no sabía qué hacer con ellas. Tirarlo a la basura no se sentía bien.


¡Ah! Un par de bragas de Paula, deben haber caído bajo la cama durante una de nuestras travesuras. Estoy seguro de que hacía que esta pequeña mujer de cabello gris se sonrojara profundamente.


—Gracias por dejármelo saber.


Sonreí mientras caminaba por el pasillo hacia mi habitación. 


Serían un bonito recuerdo para tener. Hmm… Me preguntaba, ¿qué par serían? Me encontré deseando que fueran la de encaje blanco. Se las quité el día que hicimos el amor por primera vez —en vez de follar— el día en que me dijo que me amaba.


Podía ver la forma desde la puerta y no eran las de encaje blanco, esas tenían color. Y estaban envueltas en un diminuto rectángulo. No podía recordar incluso que llevara bragas como esas, así que crucé la habitación para hacer una mejor inspección. No eran bragas. Era la decoración de la bolsa de tela que guardaba las pastillas anticonceptivas de Paula. Deslicé el empaque y confirmé lo que sospechaba. 


Este era el empaque que había estado tomando cuando se fue.


Me senté en la cama sosteniéndolo en mis manos. ¿Esto significaba que estaría embarazada? Solo tomó dos días perdidos con Emma, ni siquiera medio empaque.


Voy a la sala y agarró mi laptop antes de regresar a la habitación. Ni siquiera sé que buscar. Mis dedos tiemblan mientras tipeo: “¿Qué pasa si paras de tomar tus píldoras anticonceptivas a la mitad?” y presiono entrar. Elijo el primer resultado ya que parece un sitio médico. Reviso el artículo, leyendo un montón de cosas que no entiendo, pero entonces llego al encabezado de “Incrementa la probabilidad de embarazo”. Eso lo puedo entender, así que leo porque estoy ansioso por ver lo que dice:
Hay un repentino incremento del riesgo de embarazo cuando paras de tomar la píldora a medio mes. Los niveles de hormonas cambian rápidamente por parar con la píldora en medio del ciclo, y esto puede incrementar tus posibilidades de concebir. Hay algunas mujeres que piensan que están protegidas por todo el mes incluso si paran antes, pero no es verdad. Solo estar cubierta y protegida mientras tomes la píldora regularmente cada día.


¡Joder! ¿Paula sabía esto? ¿Entendía lo que significaba perder esas píldoras? No tenía forma de saber, y no podía preguntarle porque no estaba aquí.


Jim había estado en los Estados Unidos buscándola por cinco días. Telefoneaba diariamente con actualizaciones, pero no era suficiente ahora que sabía que podía estar embarazada. Estaba muriendo aquí, necesitaba que la hubiera encontrado ya.


Tomé mi teléfono del bolsillo y marqué.


—Sr. Alfonso…


No tenía paciencia para escuchar nada excepto que sabía dónde estaba ella.


—¿La has encontrado ya?


Ya sabía que no lo había hecho. Me habría notificado inmediatamente si lo hubiera hecho; tenía órdenes estrictas de llamar en el momento que la tuviera ubicada.


—No, lo siento. Sr. Alfonso. No hay domicilio registrado a nombre de Aldana Donavon, y el único que encontré esta mañana no era el de la amiga de Paula.


—¿Estás seguro? Podría estar mintiendo.


—La niña aún estaba en secundaria y su madre no estaba muy feliz de que estuviera en su casa preguntando por su hija. No hubo nueva actividad en los contactos de Aldana desde que posteó el día que dejó Australia. Es como si se hubiera borrado de la faz de la tierra.


Un bloqueo tras otro. Encontramos que unos días antes Paula había cancelado su servicio de celular, así que nuestra mejor pista ya no estaba. No sabíamos por qué lo había hecho, pero tenía la sospecha furtiva de que Fernando Phillips era la razón detrás de ella. Seguí imaginándolo acosándola después de que Paula hubiera regresado a Nashville, y la idea me volvía loco. Estaba de regreso al lugar donde quería estrangularlo hasta morir.


—Entonces, ¿cuál es el plan, Jim? —Realmente necesitaba que me dijera que tenía una nueva estrategia, ya que encontrar a Aldana había probado no ser de ayuda.


—Entiendo que quisiera dejar esto como último recurso, pero recomiendo ir a ver a Fernando Phillips. Parece inútil recorrer toda California buscando a Aldana cuando lo tengo a él tan cerca. 


Iba a enfermar si ella estaba con él. Quizás quería que él fuera el último recurso porque me paralizaba el miedo cada vez que pensaba en ella estando con él.


Quería ver su reacción cuando Jim le preguntara sobre ella. 


Necesitaba leer su rostro y su respuesta.


—Quiero que grabes tu encuentro con él y me lo envíes inmediatamente.


Jim no vaciló.


—Absolutamente, señor.






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