jueves, 12 de mayo de 2016

CAPITULO 61




Nunca he disfrutado de la ópera tanto en mi vida.


Paula y yo salimos del teatro unos momentos antes de que la cortina se cierre. No quiere enfrentarse a la pareja sentada frente a nosotros en el balcón. Está casi segura de que escucharon su chillido ahogado y sabían exactamente lo que estaba pasando. Estoy bastante seguro de que ella tiene razón.


Caminamos a través del estacionamiento tomados de la mano y otro fotógrafo da un paso frente a nosotros para tomar más fotos. Paula levanta su mano.


—Lo siento, pero hay muchas más personas a las que usted puede fotografiar. Encuentre a alguien más.


El fotógrafo baja la cámara para mirar a Paula. Creo que ella lo divierte.


—Está bien. Ya tengo lo que necesito.


Ella realmente no tiene idea de quién soy.


Cuando estamos en mi auto, saco el teléfono de mi bolsillo para volver a encenderlo y veo casi una docena de llamadas perdidas de mamá, Ernesto, y Chloe.


—Algo está pasando porque mi familia ha estado reventando mi teléfono durante las últimas dos horas.


Llamo a mamá primero y no obtengo respuesta, así que trato entonces con Ernesto.


Ni siquiera dice hola cuando responde.


—Pedro, es papá. Lo han llevado al hospital. No sabemos nada con certeza todavía, pero podría estar teniendo un ataque al corazón.


—¿Qué pasó?


—Mamá dijo que estaban en casa y él comenzó a quejarse de dolor en el pecho. Trató de conseguir que fuera al hospital, pero ya conoces a papá. Él quería ver si se le pasaba, pero se puso peor por lo que ella llamó a una ambulancia. Se lo llevaron hace unos treinta minutos y dijeron que nos darían una actualización cuando supieran más. ¿Dónde estás?


—Estoy en Sydney.


—Bien. Estamos en el San Vicente. ¿Cuánto tiempo te tomará llegar hasta aquí?


—No mucho.


—Está bien. Bajaré y te encontraré en el vestíbulo.


Termino la llamada con mi hermano y estoy entumecido. Es mi indestructible papá de quien él está hablando. Se acababa de retirar para que finalmente pudiera pasar tiempo con mi mamá. Iban a viajar juntos por el mundo.


—¿Qué ha pasado?


—Es mi papá. Lo han llevado al hospital. Mi hermano dice que podría estar teniendo un ataque al corazón.


Paula alcanza mi mano.


—Oh, lo siento, Alfonso. ¿Te tomará mucho tiempo llegar a él?


—No. Está en el San Vicente aquí en Sydney. No está lejos.


Agarra mi mano y la besa.


—Tienes que irte. Ahora. Tomaré un taxi de regreso al hotel.


Ella hala la manija de la puerta para salir y ahí es cuando me doy cuenta de que no quiero que se vaya. La necesito, así que toco su brazo con mi mano.


—No te vayas. Quiero que estés conmigo.


—Tendrás a tu familia.


Trago antes de decir las palabras que cambiarán esta relación para siempre.


—Tú eres la única que necesito.


—Pero eso significará conocer a tu familia.


Lo hace, y estoy de acuerdo con ello si eso significa que ella está a mi lado.


—No me importa. Necesito que estés conmigo.


Ella sonríe y acuna mi rostro con sus manos.


—Por supuesto. Iré si eso es lo que quieres, pero esto va a cambiarlo todo.


—Lo sé, pero es lo que quiero.




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