martes, 10 de mayo de 2016

CAPITULO 54





La habitación se llena de la brillante luz del sol a pesar de las cortinas. Huelo el desayuno, definitivamente tocino, tal vez panqueques. Tengo hambre, pero tengo más sueño, así que me cubro la cabeza con la sábana. Fue una noche larga.


Logro unos cuantos minutos más de sueño antes de sentir a Alfonso meter la mano debajo de la sábana para hacerle cosquillas a mi nariz. La remuevo para aliviar la necesidad de rascarme, pero cedo y estiro bajo las sábanas mi mano y paso las uñas sobre ella.


—Pensé que conseguías dormir hasta tarde en las vacaciones.


—No son vacaciones para mí. Es un trabajo y tengo que salir pronto, pero quería desayunar contigo por tu cumpleaños.


¿Cómo lo sabe? Levanto las sábanas para verlo. Él está sonriendo porque está muy orgulloso de sí mismo.


—¿Cómo sabes que es mi cumpleaños?


—Me lo dijiste en nuestra segunda cita.


—No recuerdo eso.


—Bueno, lo hiciste, y yo lo recordé, así que levántate para el desayuno de cumpleaños.


No puedo creer que él lo recordara. Tiene tanto ojo para el detalle. ¿Él me dijo cuándo es su cumpleaños? Si lo hizo, se me olvidó.


Entro a la cocina y hay un enorme buffet de desayuno en la mesada. No hay manera de que pudiéramos comer todo eso.


—¿Hiciste todo esto?


—¿Te parecería menos si no lo hubiera hecho?


—No.


—Hice que lo trajeran de uno de los restaurantes de la zona.


—Huele delicioso.


Él me pasa un plato.


—La chica cumpleañera va primero.


Mientras pongo la comida en mi plato, él me sirve un vaso de jugo. Lo pone en la mesa del comedor y luego se une a mí con una pila de panqueques de un kilómetro de alto.


—¿Tan hambriento?


—Tuve una noche famélica, pero siempre como esta cantidad en la mañana. Lo sabrías si alguna vez despertaras para unirte a mí para el desayuno. —Nunca va a dejar de hacerme bromas acerca de levantarme tarde.


—¿Cómo está la mano hoy?


Él la levanta para formar un puño y luego lo suelta.


—Me duele, pero puedo moverla, así que no está rota.


—Nunca nadie ha hecho algo así por mí.


—Cuando quieras, cariño.


Cuando termino, deslizo mi plato a un lado porque estoy llena.


—Eso fue maravilloso. Gracias. Fue un regalo muy considerado para despertar.


—La comida no es tu regalo. —Mete la mano en el bolsillo y saca una caja de joyería de terciopelo negro. La pone sobre la mesa y la desliza hasta mí—. Pero esto sí lo es.


No soy tan tonta como para pensar, ni esperar, que esta pequeña caja contenga un anillo. Sé que no lo es porque eso sería ridículo, pero sin duda contiene una pieza de joyería.


Me estiro para tomarla y abro la tapa. En el interior hay un colgante con forma de estrella cubierta con lo que supongo que son diamantes.


—Lo elegí porque vas a ser una enorme súper estrella después de ir a casa.


Es el mejor regalo de cumpleaños jamás visto. Y el peor.


Es el mejor porque es muy alentador y considerado. Es el peor, porque significa que cuando él me dice que soy suya, deja fuera la parte de que sólo es por las próximas seis semanas.


—¿No te gusta?


Fuerzo una sonrisa.


—Es perfecta y me encanta. Gracias.


Lo saco de la caja y se lo paso.


—¿Podrías? —Me doy vuelta y levanto mi cabello para que pueda ponérmelo.


Después de que cierra el broche, me besa la nuca.


—Me gustaría poder estar contigo todo el día.


Me vuelvo y toco el colgante con mi dedo.


—A mí también.


Él sonríe mientras admira su regalo alrededor de mi cuello.


—Intentaré regresar temprano.


—Temprano o tarde, de cualquier manera, voy a estar aquí.


—Todavía no quiero que te metas al agua sin mí.


—¡Ugh! Hay una canción country llamada “Don’t Go Near The Water”. Ahora va a estar pegada en mi cabeza todo el día y no me gusta esa maldita canción. Muchas gracias, idiota.


Él besa la parte superior de mi cabeza.


—No la conozco, pero puedes agradecerme cada vez que te sorprendas cantándola.


Hoy viste de traje. Maldición, luce sexy en él: muy picante. 


Está de pie sobre mí y yo tomo las solapas de su chaqueta para empujarlo hacia abajo y darle un beso. El besito que me dio en la parte superior de mi cabeza no está lo suficientemente cerca de satisfacerme para todo el día. 


Cuando lo dejo ir, le digo.
—Ése es tu incentivo para trabajar rápido de modo que puedas salir temprano y volver a mí.




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