jueves, 28 de abril de 2016

CAPITULO 16




Voy a hacer que instalen un tubo en este gimnasio. Lo antes posible.


Tenemos que dejar de hablar de pole dance y cualquier cosa que contenga la palabra “fóllame” en ella antes de que la doble sobre mi banco de pesas. Pongo las manos en mis bolsillos para disimular la erección que nuestra conversación ha desencadenado.


—¿Tienes hambre? Bien. Yo también. Vamos.


Se ríe mientras se baja de la elíptica. Sospecho que sabe lo que me ha hecho.


—¿Hay algún problema, Alfonso?


—No ninguno. Estoy un poco hambriento y listo para algo de comer.


Mis manos están todavía en los bolsillos cuando empezamos a salir del gimnasio.


Ella enlaza su brazo con el mío mientras caminamos hacia la puerta.


—Yo también. ¿A dónde vamos a ir para nuestro picnic?


Su toque sólo añade leña al fuego en mis pantalones vaqueros.


—No lo he decidido. Pensé que podríamos dar un paseo en el todoterreno y escoger juntos un lugar.


—Eso suena divertido.


Pasamos de nuevo por la cocina para recoger la cesta de la comida y el vino antes de que nos dirijamos a través del viñedo. Conduzco hasta el centro de la propiedad y me detengo cuando encuentro una zona de césped algo plana aproximadamente a kilómetro y medio de la casa.


—¿Qué te parece este lugar?


—La vista es magnífica.


Nos bajamos del todoterreno y extendemos una manta en el suelo. Nos sentamos uno al lado del otro con la canasta entre nosotros y ella me ayuda a distribuir la comida.


—Cuéntame cómo entraste en el negocio del vino.


Una pequeña verdad con un toque mentiras adicionales.


—Supongo que se puede decir que nací en él. Esto es lo que hacía mi padre para ganarse la vida antes de retirarse, así que es lo que hago.


—¿Y eso te hace feliz? Quiero decir, ¿el viajar y estar lejos de tu familia?


El corcho estalla ruidosamente de la botella de Shiraz. Me tomo una copa de la canasta y la lleno con vino.


—Me pagan bastante bien para que me guste. Además, durante mis viajes tengo la oportunidad de conocer gente interesante como tú, así que, ¿qué más se puede pedir?


Chiara toma la copa ofrecida.


—Pero, ¿qué acerca de tener una familia? ¿No quieres una esposa e hijos?


Sofoco mi risa.


—Decidí hace mucho tiempo que nunca me casaría.


La observo mientras sostiene en alto la copa para inspeccionar el color del vino antes de olerlo. Es una rápida aprendiz.


—Tal vez la mujer adecuada no ha aparecido y robado tu corazón.


Espero que no esté sugiriendo que ella es la mujer adecuada porque estaría equivocada. No hay ninguna mujer adecuada para este tipo de vida.


—Ninguna esposa quiere ser el centro del mundo de su marido de forma parcial, y eso es lo que sería un matrimonio conmigo.


Ella toma un pequeño trago, espera el regusto, y luego sonríe.


—Es bueno. Al menos creo que lo es.


Tomo un pequeño trago.


—He tenido mejores y por eso estoy aquí... para hacer de este viñedo uno de los mejores.


Alcanza un dado de queso y una galleta.


—No deberías permitir que tu trabajo te impida tener una familia si eso es lo que quieres.


Así que volvemos a eso de nuevo.


—Vi a mi mamá criar a tres niños en la ausencia de mi padre. No me entiendas mal. Mi papá es genial, pero nunca estaba en casa. No voy a hacerles eso a una esposa e hijos. No es justo. —Vaya, ¿de dónde vino eso?


—Esa es una manera muy desinteresada de pensar.


—Eso sólo demuestra que no me conoces. Te aseguro que soy cualquier cosa menos desinteresado. —No quiero hablar más de mí mismo. Ella me hace temer que meteré la pata y diré demasiado. No estoy acostumbrado a tantas preguntas personales—. ¿Qué hay de Chiara Beckett? ¿Ve un anillo de oro en su futuro?


Ella tiene ese brillo en sus ojos que tiene la mayoría de las mujeres cuando piensan en bodas y bebés.


—Quiero casarme y tener hijos algún día.


Termina de hacer un sándwich con el pan fresco y las carnes frías y me lo pasa.


—¿Hijos? Eso debe significar que quieres más de un mordedor de tobillos, ¿eh?


—Oh, definitivamente. Quiero al menos dos porque apesta ser hijo único.


—Será difícil compaginar eso con una carrera musical.


—No dije que tuviera todos los detalles resueltos, pero hay un montón de tiempo para eso. —Tiende sus brazos hacia las hileras de vides—. Quiero saber más sobre esto.


Le hablo del viñedo, las uvas, y le explico la elaboración del vino mientras comemos. Ella observa mi rostro, verdaderamente interesada y fascinada por el proceso, lo cual es diferente de las demás mujeres con las que he estado. No estaban interesadas en mí... sólo en lo que podía hacer por ellas. Excepto una.


Ella no tiene idea, pero para mí esta es una gran concesión. 


Es la primera vez que he traído a una de mis parejas a alguna de mis casas en el viñedo. La lejana distancia hasta la ciudad no me deja otra opción, pero me siento cómodo trayéndola aquí ya que no es de Australia y no estará presentándose en mi puerta en seis meses a partir de ahora.


Después de terminar de comer, me levanto y alcanzo sus manos para ayudarla a levantarse.


—Ven conmigo. Hay algo que quiero mostrarte. Creo que te gustará mucho.


Guardamos los restos de nuestro picnic y conduzco hacia la propiedad detrás de la casa. Estaciono el todoterreno fuera de un par de grandes puertas de madera ornamentadas que conducen a la zona de almacenamiento para el vino.


—¿Dónde estamos?


—Esta es una bodega de vinos.


—Nunca antes he oído hablar de eso.


—Es donde se almacena el vino. —Tomo su mano y la ayudo a bajar del todoterreno—. Vamos. Puedo decir que vas a apreciar esto.


Abro una de las puertas de la bodega y la llevo dentro para ver los productos de mi sustento. Está hipnotizada mientras sus ojos estudian todo, desde la cúpula de piedra sobre nuestras cabezas a las filas de barriles de vino que recubren cada habitación.


—Esto es... increíble. ¿Cómo fue construida?


—Está excavada en el suelo como un sótano y se construye un marco para evitar que ceda por el peso de la tierra alrededor de ella.


Ella nota el techo.


—Los arcos de piedra son magníficos.


Los arcos no son la única cosa hermosa en esta habitación. 


El tenue resplandor de las linternas baila a través de su rostro mientras ella estudia su entorno, y no tengo duda de que los próximos tres meses van a ser espectaculares. Pero
primero, tiene que decirme que sí.


Va a decir que sí. Voy a encargarme de eso.


La sigo a la habitación contigua donde se llevan a cabo los eventos especiales y ella la explora como una niña curiosa. Ve las mesas y está a punto de pedir una explicación, pero no quiero hablar más. Quiero sentirla contra mí de nuevo.


Estoy ansioso por terminar lo que empecé hace dos noches atrás.


Está examinando la larga mesa de comedor cuando me acerco sigilosamente detrás de ella.


—¿Por qué hay una...? Oh.


Deslizo uno de mis brazos alrededor de su cintura y halo su espalda contra mí.


Con el brazo libre, empujo su cabello sobre un hombro. 


Presiono mis labios en la piel expuesta de su cuello y dejo un sendero de besos hacia su oreja.


—No puedo soportarlo más. Necesito tocarte.


Se apoya en mí y entrelaza sus dedos a través de mi mano en su cintura. Esta es su manera de mostrarme que dará la bienvenida a más de lo que estoy haciendo.


Meto mi mano bajo el dobladillo de su camiseta y la deslizo hacia arriba hasta que mi palma encuentra su pecho cubierto de encaje. Siento su pezón endurecerse por encima del encaje mientras lo acaricio lentamente. Empujo mi mano dentro de la copa del sujetador por la parte superior de modo que pueda liberarlo de su encierro.


Gime suavemente y se contonea contra mi ingle mientras sobo ligeramente sus pechos.


—Creo que tengo una promesa que cumplir, ¿no?


Ella no responde pero asiente con la cabeza.


Deslizo mi mano por su estómago plano y siento un piercing en su ombligo. Hago una nota mental para investigar eso más tarde, pero tengo otros planes en mente para este momento.


Halo el botón en su cintura para desabrochar sus pantalones cortos. Se abren luego de un ligero tirón y deslizo la cremallera lentamente hacia abajo. Pongo mi mano plana sobre su vientre y lo froto con un movimiento circular, cada rotación llevando mis dedos más cerca del punto que ella tan desesperadamente quiere que le toque.


Deslizo mi mano dentro de la parte superior de sus bragas de encaje. Sonrío contra su cuello cuando siento la suave piel debajo.


—No tienes idea de lo mucho que me gusta esto.


Ella inclina la cabeza hacia arriba y atrás contra mí. Su respiración es profunda y rápida. La tengo justo donde quiero, así que deslizo mi dedo hacia abajo a través de su resbaladizo centro y de vuelta hacia arriba una vez en una lenta y tortuosa caricia. A ella le gusta y quiere más porque está empujando las caderas con fuerza contra mi mano.


—Chiara, no me has dado una respuesta.


Oigo un gemido dulce y delicado salir de su boca.


—¿Eh?


—Aún no has aceptado mi propuesta. —Deslizo mi dedo de nuevo hacia abajo y luego lentamente hacia arriba hasta que me siento en el pequeño botón hinchado donde froto con un movimiento circular—. Quiero que me digas que sí.


—Ohh... ¿qué? No puedo pensar con claridad en este momento.


Detengo el placer circular que le estoy dando y retiro mis dedos porque estoy decidido a oírselo decir. No quiero esperar más


—Dime que serás mía mientras estás aquí.


Alcanza mi muñeca y empuja mi mano más adentro de sus bragas.


—No te detengas.


Le doy unas cuantas caricias suaves más antes de llegar a un punto muerto otra vez.


—Dame la respuesta que quiero escuchar y seguiré adelante.


Ella se mece contra mi mano, montándola con fuerza.


—Se siente tan bien. No te detengas.


Está desesperada por mi toque, por lo que utilizo su necesidad para obtener mi respuesta un poco antes de lo que ella pretendía dármela. Está temblando bajo mis caricias y le doy unas cuantas caricias más.


—Dime, Chiara. Dime que serás mía.


—Sí.


—¿Sí a qué?


Ella está apretando mi antebrazo. Duro.


—Sí, seré tuya mientras esté en Australia.


Sonrío contra su cuello.


—Eso es todo lo que necesitaba oír.


Quiero mostrarle cuán feliz me ha hecho. Saco mi mano de sus pantalones cortos y ella lloriquea por la pérdida de mi toque, pero es sólo temporal.


La volteo para que me enfrente. Ella mira mis ojos mientras pongo mis manos en sus caderas y empujo sus pantalones y sus bragas hasta los pies. La levanto sobre la mesa.



—Recuéstate.


Ella sabe lo que viene y le da la bienvenida.


Pongo mis labios contra el interior de su muslo y coloco un beso sobre su abrasadora piel.


—Dímelo otra vez. Me gusta escucharte decirlo.


Dejo una hilera de besos subiendo por el interior de sus muslos, esperando oírla decirlo de nuevo así puedo mostrarle lo que significa ser mía.


—Soy tuya. —Gime y la recompenso por su aceptación. 


Pongo mi lengua plana contra su centro y doy una lenta lamida hacia arriba antes de encontrar su pequeño bulto hinchado y comenzar a rodearlo. Ella sabe tan bien, incluso mejor de lo que había imaginado.


La siento alcanzar mi cabello y empuñarlo, por lo que sé que estoy justo donde tengo que estar. La lamo y chupo hasta que sus gritos hacen eco en todas las paredes dentro de la bodega. Cuando deja de gritar, está escultural a lo largo de la mesa de comedor.


Es algo bueno que todo el mundo se haya ido por los próximos días si ella grita tan fuerte cada vez que se corre.


Avanzo lentamente por su cuerpo, besándolo mientras me muevo hasta que estamos cara a cara. Está respirando con dificultad y parece aturdida. Parpadea varias veces para enfocarse en mi rostro. Una sonrisa se extiende y estoy aliviado al ver que no está enojada conmigo por las tácticas que utilicé para obtener su respuesta.


Coloco un beso en su boca y sonrío porque sé que esto es sólo el comienzo.


—No te arrepentirás de decir que sí.



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